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Cómo mantener a raya el alcohol

Cómo mantener a raya el alcohol

Cómo mantener a raya el alcohol

EL CASO de Tony, mencionado en el primer artículo, pudo haber tenido un desenlace muy diferente si él hubiera admitido su problema. Pero como podía beber mucho sin que pareciera afectarle, creyó que tenía todo bajo control. ¿Cómo pudo engañarse tanto?

Porque el alcohol le impedía ver las cosas como realmente eran. Aunque él no se percatara, su cerebro era incapaz de evaluar correctamente su estado físico, mental y emocional. Y cuanto más bebía, menos fiables eran sus juicios.

Parte de la culpa también hay que achacársela a sus incontrolables ganas de mantener el hábito. A Alberto le pasaba lo mismo. Al principio, se negaba a reconocer su dependencia. “Bebía a escondidas —confiesa—, y cuando se me iba la mano con el alcohol, me justificaba o le quitaba importancia. Mi prioridad estaba clara: seguir bebiendo.” Por eso, a pesar de los comentarios de los demás, Tony y Alberto creían que tenían el alcohol bajo control. Pero, en realidad, era al revés: era el alcohol el que los controlaba a ellos. ¿Qué pueden hacer quienes estén en una situación similar?

Tome medidas concretas

Muchos que han superado esta adicción han actuado de acuerdo con el siguiente consejo de Jesús: “Si ese ojo derecho tuyo te está haciendo tropezar, arráncalo y échalo de ti. Porque más provechoso te es que uno de tus miembros se pierda y no que todo tu cuerpo sea arrojado en el Gehena” (Mateo 5:29).

Como es obvio, Jesús hablaba metafóricamente. Quería grabar en nuestra mente la importancia de cortar con todo aquello que perjudique nuestra relación con Dios. Y aunque esto a veces puede resultar tan doloroso como una mutilación, nos protegerá de la forma de pensar y de las situaciones que pudieran empujarnos al alcoholismo. De modo que si alguien ya le ha expresado su preocupación porque usted toma demasiado alcohol, limite su consumo. * Y si se da cuenta de que no puede hacerlo, déjelo por completo. Por mucho que le cueste, peor sería arruinar su vida.

Pues bien, ¿qué hay si uno no es alcohólico pero bebe mucho? ¿Qué medidas se pueden tomar para mantener el alcohol a raya?

Dónde encontrar ayuda

1. Ore a menudo. A todos los que tienen fe en Dios y quieren agradarle, la Biblia les recomienda: “En todo, por oración y ruego junto con acción de gracias, dense a conocer sus peticiones a Dios; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales mediante Cristo Jesús” (Filipenses 4:6, 7). Pero ¿qué debe decir en sus oraciones para que Dios le transmita esa paz?

Para empezar, tiene que admitir su dependencia del alcohol y asumir su responsabilidad. Además, si le dice a Dios qué medidas piensa tomar, él lo ayudará a abandonar el vicio y evitarse problemas mayores. A fin de cuentas, “el que encubre sus transgresiones no tendrá éxito, pero al que las confiesa y las deja se le mostrará misericordia”, señala Proverbios 28:13. Jesús mismo nos animó a pedirle a Dios: “No nos metas en tentación, sino rescátanos del inicuo” (Mateo 6:13, nota). ¿Qué puede hacer, entonces, para demostrar que sus oraciones son sinceras? ¿Y dónde encontrará la respuesta a sus plegarias?

2. Obtenga fuerzas de la Biblia. Recuerde que “la palabra de Dios es viva, y ejerce poder, [...] y puede discernir pensamientos e intenciones del corazón” (Hebreos 4:12). Algo que les ha permitido dejar su vicio a muchos bebedores empedernidos es leer todos los días ciertos versículos bíblicos y meditar en ellos. Como muy bien expresó el salmista, “feliz es el hombre que no ha andado en el consejo de los inicuos, y [...] su deleite está en la ley de Jehová, y día y noche lee en su ley en voz baja”. Y a continuación explica la razón: “Todo lo que haga tendrá éxito” (Salmo 1:1-3).

En el caso de Alberto, él tuvo fuerzas para luchar contra su adicción porque estudiaba las Escrituras con los testigos de Jehová. “Estoy convencido —dice él— de que si no fuera por los principios bíblicos, no habría dejado de beber y hoy estaría muerto.”

3. Aprenda a dominarse. Según la Biblia, algunos que antes de formar parte de la congregación cristiana eran borrachos fueron limpiados “con el espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:9-11). ¿Cómo? Fue gracias al espíritu santo que aprendieron a cultivar el autocontrol necesario para dejar las borracheras y las juergas. De ahí que la Palabra de Dios diga: “No anden emborrachándose con vino, [...] sino sigan llenándose de espíritu” (Efesios 5:18; Gálatas 5:21-23). Es más, Jesucristo aseguró que “el Padre en el cielo [da] espíritu santo a los que le piden”. Por eso dijo: “Sigan pidiendo, y se les dará” (Lucas 11:9, 13).

Así pues, quienes quieren agradar a Dios tienen que aprender a dominarse. Y la mejor forma de hacerlo es leyendo y estudiando la Biblia y haciendo oraciones frecuentes y sinceras. Y si nos desanimamos, recordemos esta promesa: “El que esté sembrando con miras al espíritu, segará del espíritu vida eterna. Así es que no desistamos de hacer lo que es excelente, porque al debido tiempo segaremos si no nos cansamos” (Gálatas 6:8, 9).

4. Vigile su entorno. Proverbios 13:20 indica que “el que está andando con personas sabias se hará sabio, pero al que está teniendo tratos con los estúpidos le irá mal”. Siendo así, conviene que les diga a sus amigos que ha decidido limitar su consumo de alcohol. Y no se sorprenda si algunos lo critican y tratan de disuadirlo. La Biblia ya advirtió que muchos quedarían “perplejos” y hablarían “injuriosamente” de quienes intentaran poner fin a sus “excesos con vino, diversiones estrepitosas [y] partidas de beber” (1 Pedro 4:3, 4). En esos casos, lo mejor es cortar la amistad con tales personas.

5. Póngase límites claros. “Cesen de amoldarse a este sistema de cosas —aconseja Romanos 12:2—; más bien, transfórmense rehaciendo su mente, para que prueben para ustedes mismos lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios.” ¿Quiere agradar a Dios? Entonces fije su límite basándose en los principios bíblicos, y no en las opiniones de la gente de este mundo. Pero ¿cómo puede saber cuál es su límite?

Fácil: si se le nubla la razón y se le embotan los sentidos, es que ya ha bebido más de la cuenta. Así que, si decide beber, debe ponerse un límite claro —no vago e impreciso— que le impida llegar a ese punto. Sea franco consigo mismo al determinar dónde está. Y recuerde: es mejor pecar de prudente que arriesgarse a recaer.

6. Aprenda a decir que no. En otras palabras, “signifique su palabra Sí, Sí, su No, No” (Mateo 5:37). Cuando alguien insista —aunque sea sin mala intención— para que usted tome algo, sepa decir que no. Eso sí, no olvide hacerlo de una forma cortés, como aconseja Colosenses 4:6: “Que su habla siempre sea con gracia, sazonada con sal, para que sepan cómo deben dar una respuesta a cada uno”.

7. Busque ayuda. Recurra a amigos comprensivos que le den ayuda espiritual y que apoyen su decisión de controlar la bebida. “Mejores son dos que uno —dice la Biblia—, porque tienen buen galardón por su duro trabajo. Pues si uno de ellos cae, el otro puede levantar a su socio.” (Eclesiastés 4:9, 10; Santiago 5:14, 16.) En la misma línea, el Instituto Nacional sobre el Abuso del Alcohol y el Alcoholismo, de Estados Unidos, aconseja: “En aquellos momentos en los que se le haga difícil reprimir sus ganas de beber, pida ayuda a la familia y a los amigos”.

8. Manténgase firme. Santiago 1:22, 25 aconseja: “Háganse hacedores de la palabra, y no solamente oidores, engañándose a sí mismos con razonamiento falso. Pero el que mira con cuidado en la ley perfecta que pertenece a la libertad, y persiste en ella, este, por cuanto se ha hecho, no un oidor olvidadizo, sino un hacedor de la obra, será feliz al hacerla”.

Para vencer la adicción

Es cierto que no todo el que abusa del alcohol acaba convirtiéndose en alcohólico. Sin embargo, quienes beben demasiado o con mucha frecuencia pueden volverse dependientes, tanto física como psicológicamente. Y para vencer esa adicción, la persona va a necesitar algo más que fuerza de voluntad y ayuda espiritual. “Cuando estaba tratando de dejar la bebida —recuerda Alberto—, el dolor que me producía la abstinencia era insoportable. Fue entonces cuando comprendí que, además de ayuda espiritual, necesitaba tratamiento médico.”

Muchos alcohólicos han llegado a su misma conclusión. * A fin de mantenerse sobrios y agradar a Dios, algunos han tenido que ser hospitalizados para soportar el síndrome de abstinencia o para contrarrestar con medicamentos las irreprimibles ganas de beber. De hecho, el Hijo de Dios, que podía hacer milagros, recomendó: “Los fuertes no necesitan médico, pero los que se hallan mal sí” (Marcos 2:17).

Buenas razones para escuchar a Dios

Los buenos consejos que aparecen en la Biblia proceden del Dios verdadero. Él quiere lo mejor para nosotros, y no solo a corto plazo, sino para siempre. Alberto, que dejó el alcohol hace veinticuatro años, aún se emociona cuando recuerda el pasado. “Me conmovió aprender que podía enderezar mi vida, que Jehová quería ayudarme y que... y que él... Bueno —dice reprimiendo las lágrimas—, que me entiende, que se preocupa por mí y que me ayuda cuando más lo necesito. Nunca podré agradecerle lo suficiente lo que ha hecho por mí.”

De modo que si bebe demasiado o depende del alcohol, no se dé por vencido. Alberto es tan solo uno de los muchos que estaban en la misma situación que usted y han logrado reducir el consumo de alcohol, o incluso prescindir totalmente de él. Ellos no se arrepienten de haber hecho el esfuerzo, y usted tampoco lo hará.

Tanto si decide beber moderadamente como si decide no volver a probar ni una gota, tenga siempre presentes estas palabras de Jehová Dios: “¡Oh, si realmente prestaras atención a mis mandamientos! Entonces tu paz llegaría a ser justamente como un río, y tu justicia como las olas del mar” (Isaías 48:18).

[Notas]

^ párr. 7 Véase el recuadro  “¿Estaré perdiendo el control?”, en la página 8.

^ párr. 24 Existen numerosos centros, hospitales y programas de desintoxicación para alcohólicos. Esta revista no recomienda ningún tratamiento en particular. Cada quien debe evaluar cuidadosamente sus opciones para no elegir una que esté en conflicto con los principios bíblicos.

[Ilustración y recuadro de la página 8]

 “¿Estaré perdiendo el control?”

Pregúntese:

• “¿Consumo más alcohol que antes?”

• “¿Tomo bebidas con más frecuencia?”

• “¿Son cada vez más fuertes?”

• “¿Bebo para aliviar el estrés o para olvidar los problemas?”

• “¿Me ha dicho alguien —un amigo o un familiar— que bebo demasiado?”

• “¿Me ha causado el alcohol problemas en casa, en el trabajo o estando de vacaciones?”

• “¿Me cuesta pasar una semana sin tomar bebidas?”

• “¿Me incomoda que otros no beban?”

• “¿Les oculto a los demás la cantidad que tomo?”

Si responde afirmativamente a una o más de estas preguntas, es posible que tenga que controlar su consumo de alcohol.

[Ilustración y recuadro de la página 9]

Para no tener que arrepentirse

Antes de tomar alcohol, piense:

“¿Es conveniente que beba, o debería evitarlo?”

Consejo: Si sabe que le cuesta parar, mejor no beba.

“¿Cuántas copas voy a beber?”

Consejo: Póngase un límite antes de que el alcohol se lo impida.

“¿Cuándo voy a beber?”

Consejos: Nunca cuando vaya a ponerse al volante o a realizar tareas que requieran estar alerta, ni cuando participe en alguna actividad religiosa. Tampoco lo haga durante el embarazo, ni si está tomando ciertos medicamentos.

“¿Dónde voy a beber?”

Consejos: Nunca en ambientes poco recomendables, ni a escondidas, ni delante de personas que no ven con buenos ojos la bebida.

“¿Con quiénes voy a beber?”

Consejos: Con amigos o familiares responsables; nunca con quienes tienen problemas con la bebida.

[Ilustración y recuadro de la página 10]

Otro caso real

Supot, que vive en Tailandia, era un bebedor empedernido. Al principio bebía solamente por la noche, pero poco a poco empezó a hacerlo por la mañana y luego también al mediodía. A menudo bebía con el único fin de emborracharse. Sin embargo, comenzó a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová y aprendió que a Dios no le agradan los borrachos. Así pues, dejó de beber, pero no por mucho tiempo. Al verlo recaer, su familia quedó destrozada.

Con todo, él había llegado a amar a Jehová y quería adorarle como es debido. Sus amigos cristianos continuaron ayudándolo, incluso animaron a la familia a no darlo por perdido y a pasar más tiempo con él. Fue en ese momento cuando la clara advertencia de 1 Corintios 6:10 —donde se dice que los borrachos no heredarán el Reino de Dios— le abrió los ojos a la gravedad de la situación. Se dio cuenta entonces de que tenía que abandonar como fuera aquel hábito.

Ahora sí que estaba totalmente resuelto a dejar el alcohol. Tanto es así que, gracias al poder del espíritu santo de Dios, la guía de Su Palabra y la ayuda de la familia y la congregación, reunió fuerzas para hacerlo y lo logró. Sus familiares no cabían en sí de alegría cuando lo vieron bautizarse como Testigo. Hoy día, Supot tiene la estrecha relación con Dios que siempre deseó y ayuda a otros a conocerlo.