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No hay tropiezo para los que aman a Jehová

No hay tropiezo para los que aman a Jehová

“Paz abundante pertenece a los que aman tu ley, y no hay para ellos tropiezo.” (SAL. 119:165)

1. ¿Cómo demostró una corredora que no estaba dispuesta a rendirse?

SIENDO aún muy joven, Mary Decker se convirtió en una corredora de fama internacional. En 1984 llegó a los Juegos Olímpicos como la favorita para ganar la medalla de oro en la final de los 3.000 metros. Sin embargo, ese día no cruzó la línea de meta. ¿Qué ocurrió? Tropezó con la pierna de otra competidora y cayó al suelo. Como se hizo daño, tuvieron que sacarla de la pista. Mary no podía dejar de llorar. Pero no se rindió. En 1985, menos de un año después de su caída, reapareció en plena forma y estableció un nuevo récord mundial en la milla femenina.

2. ¿En qué tipo de carrera participamos los cristianos, y cuál es nuestro objetivo?

2 Los cristianos participamos en una carrera simbólica y nuestro objetivo es cruzar la línea de llegada cueste lo que cueste. En esta prueba, lo más importante no es la velocidad. Pero eso no quiere decir que corramos tranquilamente y que podamos descansar de vez en cuando. Más bien, la carrera podría compararse a un maratón, en el que la resistencia es imprescindible para triunfar. El apóstol Pablo habló de una carrera en la primera carta que envió a los cristianos de Corinto, ciudad famosa por sus competiciones de atletismo. Él les escribió: “¿No saben ustedes que los corredores en una carrera todos corren, pero solo uno recibe el premio? Corran de tal modo que lo alcancen” (1 Cor. 9:24).

3. ¿Quiénes pueden ganar el premio de la vida eterna?

3 La Biblia nos pide que participemos en esta carrera (lea 1 Corintios 9:25-27). El premio es vivir para siempre: los cristianos ungidos, en el cielo, y el resto de los corredores, en la Tierra. Ahora bien, esta competición no es como las demás, ya que todos los participantes que persisten hasta llegar a la meta obtienen  el premio (Mat. 24:13). Solo pierden quienes no corren según las normas o no cruzan la línea de llegada. Y un detalle más: esta es la única carrera donde se puede conseguir vida eterna.

4. ¿Por qué no es fácil correr en la carrera por la vida eterna?

4 Llegar a la meta no es fácil, pues hace falta decisión y autodisciplina. En toda la historia, solo ha habido una persona que lo ha logrado sin tropezar una sola vez: Jesucristo. Pero su discípulo Santiago escribió que todos los seguidores de Cristo “tropezamos muchas veces” (Sant. 3:2). ¡Qué palabras tan ciertas! Nadie puede decir que es perfecto y que no le afectan las imperfecciones de los demás. En ocasiones podemos tropezar, tambalearnos y perder impulso. Tal vez hasta nos caigamos, pero nos levantamos y seguimos corriendo. Algunos cristianos han caído y se han hecho tanto daño que han necesitado ayuda para levantarse y volver a la carrera. De modo que es posible que en algún momento, incluso varias veces, tropecemos y nos caigamos (1 Rey. 8:46).

Si se cae, acepte ayuda y levántese

AUNQUE TROPIECE, NO ABANDONE LA CARRERA

5, 6. a) ¿En qué sentido no hay tropiezo para los cristianos? b) ¿Cómo logramos levantarnos si caemos? c) ¿Por qué no se recuperan algunos después de caer?

5 A la hora de describir el estado espiritual de un cristiano, tal vez hayamos utilizado indistintamente las palabras tropezar o caer. Aunque no siempre es así, estas expresiones bíblicas pueden significar lo mismo. Fijémonos, por ejemplo, en lo que dice Proverbios 24:16: “Puede que el justo caiga hasta siete veces, y ciertamente se levantará; pero a los inicuos la calamidad los hará tropezar”.

6 Jehová no permitirá que quienes confían en él tropiecen en el sentido de que sufran una caída —por una dificultad o un paso en falso— de la que no puedan recuperarse. Estamos convencidos de que si algo así nos ocurre, él nos “levantará” para que sigamos sirviéndole con toda el alma. Sin duda, esto es un gran consuelo para quienes de veras aman a Jehová. En cambio, los inicuos, o malvados, no quieren recuperarse  y ni buscan ni aceptan la ayuda que él les ofrece mediante su espíritu y su pueblo. ¡Qué diferentes son los que aman la ley de Dios! “No hay para ellos tropiezo”, o sea, no hay nada que pueda sacarlos permanentemente de la carrera por la vida (lea Salmo 119:165).

7, 8. ¿Cómo es posible que alguien caiga y siga teniendo la aprobación de Dios?

7 Debido a alguna debilidad, hay hermanos que cometen pecados de menor gravedad, incluso en repetidas ocasiones. Pero pueden seguir teniendo la aprobación de Jehová si se vuelven a levantar, es decir, si de verdad se arrepienten y una vez más se esfuerzan por servirle con lealtad. Vemos que eso es así cuando examinamos la relación de Dios con el antiguo Israel (Is. 41:9, 10). En Proverbios 24:16, ya citado, no se destaca el lado negativo, nuestras caídas, sino el positivo: que podemos levantarnos con la ayuda de nuestro misericordioso Dios (lea Isaías 55:7). Tanto Jehová como Jesucristo nos animan a ponernos de pie, demostrando así que confían en nosotros (Sal. 86:5; Juan 5:19).

8 Aunque un corredor de maratón tropiece y caiga, quizás pueda recuperarse y seguir avanzando si actúa rápidamente. Quienes estamos en la carrera por la vida eterna no sabemos en qué “día y hora” terminará (Mat. 24:36). Aun así, cuanto menos tropecemos, más probable será que mantengamos un buen ritmo, sigamos en la carrera y lleguemos a la meta. Entonces, ¿qué podemos hacer para no tropezar?

CAUSAS DE TROPIEZO

9. ¿Qué posibles causas de tropiezo analizaremos?

9 Analicemos cinco posibles causas de tropiezo: las debilidades personales, los deseos pecaminosos, las injusticias cometidas por nuestros hermanos, la tribulación o persecución y las imperfecciones de los demás. Si hemos tropezado, recordemos que Jehová tiene mucha paciencia. Él no se apresura a calificarnos de desleales.

10, 11. ¿Con qué debilidad personal tuvo que luchar David?

10 Las debilidades personales pueden compararse a piedras que podría encontrar un corredor en el trayecto. Si nos fijamos en las vidas del rey David y del apóstol Pedro, observamos dos de esas “piedras”: la falta de autocontrol y el temor a otros hombres.

11 Al rey David le costaba controlarse, tal como lo demuestran sus actos relacionados con Bat-seba o su reacción impulsiva cuando Nabal lo ofendió. Eso sí, aunque tenía esa debilidad, nunca dejó de esforzarse por agradar a Jehová. Con la ayuda de otras personas, logró recuperar su equilibrio espiritual (1 Sam. 25:5-13, 32, 33; 2 Sam. 12:1-13).

12. ¿Cómo siguió Pedro en la carrera después de tropezar?

12 Pedro temía lo que otros pudieran hacerle, y aunque se mantuvo leal a Jesús y a Jehová, en algunas ocasiones cometió graves errores. Por ejemplo, negó en público conocer a su Maestro, no solo una vez, sino tres (Luc. 22:54-62). Más tarde no se comportó de un modo cristiano, pues trató a los hermanos no judíos como si no fueran tan buenos como los hermanos judíos. En cambio, el apóstol Pablo sabía que no debían existir divisiones, o clases, en la congregación. Pedro estaba equivocado. Así que, antes de que su actitud perjudicara a la hermandad, Pablo lo aconsejó francamente y cara a cara (Gál. 2:11-14). ¿Fue ese un golpe tan duro al orgullo de Pedro que lo hizo abandonar la carrera por la vida? No; él meditó en el consejo de Pablo, lo puso en práctica y siguió en la carrera.

13. ¿Cómo podría una enfermedad hacernos tropezar?

13 Otra debilidad personal podría estar  relacionada con la salud. Inquietarse en exceso por alguna enfermedad podría frenar nuestro ritmo espiritual e incluso hacer que nos cansáramos y nos paralizáramos. Por ejemplo, una hermana japonesa tuvo un problema de salud diecisiete años después de bautizarse. Esto le preocupaba tanto que se debilitó en sentido espiritual hasta el punto de dejar de predicar. Dos ancianos la visitaron, y, gracias al ánimo que recibió, ella volvió a asistir a las reuniones. Ahora comenta: “El afectuoso recibimiento de los hermanos me emocionó profundamente”. Nuestra hermana está otra vez en la carrera.

14, 15. ¿Qué medidas enérgicas hay que tomar cuando surgen malos deseos? Ponga un ejemplo.

14 Los deseos pecaminosos han hecho caer a muchos cristianos. Cuando nuestros malos deseos nos tientan, debemos tomar medidas enérgicas para mantenernos mental, moral y espiritualmente limpios. Jesús dijo que debemos arrancarnos, por decirlo así, cualquier cosa que nos pudiera hacer tropezar, incluso un ojo o una mano. Entonces, ¿no deberíamos “arrancar” cualquier pensamiento o conducta inmoral que nos pudiera sacar de la carrera? (Lea Mateo 5:29, 30.)

15 Un hermano ha estado luchando contra deseos homosexuales desde que era muy joven. Él cuenta que aunque creció en un hogar cristiano, siempre se sentía mal porque le parecía que no encajaba en ningún sitio. Cuando tenía 20 años, era precursor regular y siervo ministerial. Pero entonces cometió un grave error, fue disciplinado y recibió ayuda de los ancianos. ¿Cómo pudo levantarse y recuperar su paso espiritual? Orando, estudiando la Palabra de Dios y centrándose en servir a los demás. Años más tarde, reconoce: “De vez en cuando, esos deseos regresan, pero no dejo que me controlen. He aprendido que Jehová no permite que seamos tentados más allá de lo que podemos soportar. Así que creo que él piensa que yo puedo vencer”. Y añade: “Todo lo que he tenido que luchar se verá recompensado en el nuevo mundo. ¡Eso es lo que quiero! Y hasta que llegue ese día, seguiré luchando”. No cabe duda: él no está dispuesto a abandonar la carrera.

16, 17. a) ¿Qué ayudó a un hermano que creía haber sufrido una injusticia? b) ¿Qué debemos tener presente si no queremos tropezar?

16 Las injusticias cometidas por nuestros hermanos también pueden hacernos tropezar. Un hermano de Francia que había servido de anciano de congregación se amargó porque creía que había sido víctima de una injusticia. Como resultado, dejó de asistir a las reuniones y de predicar. Dos ancianos lo visitaron, lo escucharon y fueron comprensivos. No lo interrumpieron cuando les contaba su versión de la historia. Lo animaron a dejar el asunto en manos de Jehová y destacaron que lo más importante es agradarle a él. Este hermano aceptó la ayuda y no tardó en volver a la carrera. Otra vez está ocupado en las actividades espirituales.

17 Todos los cristianos debemos fijarnos en Jesucristo, a quien Dios ha elegido como Cabeza de la congregación, y no en seres humanos imperfectos. Jesús, cuyos ojos son “como una llama de fuego”, analiza todo desde una justa perspectiva y ve mucho más allá de lo que nosotros jamás podríamos ver (Rev. 1:13-16). Él sabe si lo que nos parece una injusticia es en realidad un malentendido de nuestra parte y se encarga de los problemas de la congregación al tiempo debido y de la forma correcta. Por tanto, nunca permitamos que las acciones o decisiones de un hermano nos hagan tropezar.

18. ¿Cómo podemos resistir las dificultades que se presenten?

18 Aún quedan dos causas más de tropiezo: la tribulación o persecución y las  imperfecciones de los demás. En la parábola del sembrador, Jesús dijo que la “tribulación o persecución a causa de la palabra” haría tropezar a algunas personas. Sin importar de dónde venga —familiares, vecinos o gobiernos—, la persecución pudiera afectar a quien “no tiene raíz en sí mismo”, es decir, a quien tiene una fe débil (Mat. 13:21). Pero si estamos decididos a permanecer cerca de Jehová, el mensaje del Reino hará fuerte nuestra fe y nos mantendremos firmes, como un árbol con raíces profundas. Cuando las dificultades nos agobien, oremos y reflexionemos en “cualquier cosa que haya digna de alabanza” (lea Filipenses 4:6-9). Con la fuerza que Jehová nos da, podremos soportar la presión y no permitiremos que las situaciones difíciles nos hagan tropezar.

No permita que nada le impida terminar la carrera

19. ¿Cómo podemos impedir que una ofensa nos haga tropezar?

19 Lamentablemente, algunos han dejado la carrera cristiana por las imperfecciones de los demás. Diferencias sobre asuntos de conciencia, o decisión personal, han sido su causa de tropiezo (1 Cor. 8:12, 13). Si alguien nos ofende, ¿haremos una montaña de un grano de arena? La Biblia aconseja a los cristianos que no juzguen a los demás ni insistan en los derechos personales, sino que más bien estén dispuestos a perdonar (Luc. 6:37). Cuando la conducta de alguien nos incomode, preguntémonos: “¿Juzgo a los demás según mi criterio? Puesto que sé que mis hermanos son imperfectos, ¿permitiré que un error de alguno de ellos me saque de la carrera por la vida?”. Nuestro amor por Jehová nos dará la determinación para alcanzar la meta sin importar lo que hagan los demás.

NO ABANDONE LA CARRERA

20, 21. ¿Qué está usted resuelto a hacer en la carrera por la vida?

20 ¿Está usted decidido a correr “la carrera hasta terminarla”? (2 Tim. 4:7, 8.) Entonces, estudie la Biblia y otras publicaciones de la organización de Jehová para investigar, meditar y descubrir posibles causas de tropiezo. Pídale a Dios espíritu santo, pues este le dará el empuje espiritual que necesita. Recuerde que ningún corredor está condenado a fracasar porque haya tropezado o caído alguna vez. Puede levantarse y regresar a la carrera. Incluso puede transformar los obstáculos en valiosas enseñanzas.

21 Las Escrituras indican que para participar en la carrera por la vida eterna uno no puede quedarse de brazos cruzados. Tiene que luchar. No es como subirse a un autobús que lleve a sus pasajeros a la victoria. Cada uno de nosotros debe correr hacia la línea de meta. Y mientras avanzamos, la “paz abundante” de Dios será como viento a favor (Sal. 119:165). Podemos tener la seguridad de que Jehová nos ayudará y nos bendecirá por la eternidad si corremos hasta el final (Sant. 1:12).