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¿De verdad lo escribió Josefo?

¿De verdad lo escribió Josefo?

En el libro XX de su obra Antigüedades Judías, Flavio Josefo, historiador del primer siglo de nuestra era, habla de la muerte de Santiago, hermano de Jesús: “[Se trajo] a juicio al hermano de Jesús que se llamó Cristo; su nombre era Jacobo [o Santiago]”. Muchos expertos aceptan esta declaración como genuina. Sin embargo, algunos dudan de la autenticidad de otra afirmación sobre Jesús que aparece en la misma obra. Este pasaje, conocido como Testimonium Flavianum, dice así:

“Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, si es lícito llamarlo hombre, porque realizó grandes milagros y [fue] maestro de aquellos hombres que aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y muchos gentiles. Era el Cristo. Delatado por los principales de los judíos, Pilatos lo condenó a la crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, porque se les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado [este] y mil otros hechos maravillosos acerca de él. Desde entonces hasta la actualidad existe la agrupación de los cristianos.” (Antigüedades Judías, libro XVIII, cap. III, sec. 3, traducción de Luis Farré.)

Desde finales del siglo XVI ha persistido un encendido debate entre quienes defienden la legitimidad de este texto y quienes dudan que lo haya escrito Josefo. Serge Bardet, historiador francés y especialista en literatura clásica, ha tratado de poner fin a esta polémica que ha durado más de cuatro siglos. Su investigación vio la luz con el título Le Testimonium Flavianum: Examen historique considérations historiographiques (El Testimonium Flavianum. Examen histórico y factores historiográficos).

Josefo no era un escritor cristiano, sino un historiador judío. Por lo tanto, gran parte de la polémica gira en torno a las palabras que usó para identificar a Jesús: “Era el Cristo”. En su análisis, Bardet declara que ese título concuerda “en todo sentido con el idioma griego, que usa el artículo [definido] delante de los nombres de personas”. Bardet añade que desde el punto de vista judeocristiano, “no solo no es imposible que Josefo haya usado el término Christos”, sino que el hecho de que lo usara es un indicio “que la mayoría de los críticos ha pasado por alto, cometiendo así un gran error”.

¿Podría ser que algún falsificador tratara de hermosear el texto y escribiera este fragmento imitando el estilo de Josefo? Basándose en pruebas históricas y textuales, Bardet concluyó que conseguir una imitación de esa clase sería poco menos que un milagro. Exigiría que el falsificador fuera “uno de los más hábiles de la antigüedad”. En otras palabras, alguien “que dominara el estilo de escribir de Josefo tanto como Josefo mismo”.

Entonces, ¿por qué se ha armado tanto alboroto por la autenticidad de este texto? Bardet va a la raíz del problema: “El Testimonium está en tela de juicio —en contraste con la mayoría de los textos antiguos— sencillamente porque han surgido preguntas sobre él”. Añade que las posturas enfrentadas que se han adoptado durante todos estos siglos se basan más en “motivos ocultos” que en una evaluación seria del texto, evaluación que apoya firmemente su autenticidad.

No sabemos si el análisis de Bardet hará que otros expertos cambien su opinión sobre el Testimonium Flavianum. Uno que sí lo ha hecho es Pierre Geoltrain, destacado especialista en judaísmo helenístico y cristianismo primitivo. Él siempre había sostenido que el Testimonium era una interpolación (fragmento añadido al texto) y se burlaba de los que creían en su autenticidad. Pero ahora afirma que gracias al análisis de Bardet ha cambiado de opinión. Declara: “Nadie debería atreverse a tachar de poco creíble el testimonio de Josefo”.

Por supuesto, los testigos de Jehová tenemos una razón todavía más convincente para creer que Jesús es el Cristo: el testimonio que da la Biblia (2 Tim. 3:16).