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Una opinión equilibrada del trabajo

Una opinión equilibrada del trabajo

Una opinión equilibrada del trabajo

UN ENTREGADO oficial del ejército utilizó la pausa del almuerzo para terminar un trabajo que su superior necesitaba con urgencia. Cuando sus compañeros regresaron de comer, lo encontraron muerto sobre su escritorio.

Menos de dos horas después, los oficiales colegas suyos se quedaron atónitos cuando el superior les dijo por teléfono: “Es una pena lo que le ha sucedido a ..., pero mañana por la mañana necesito a alguien que lo reemplace”. Aquello hizo que se preguntaran: “¿Valoraba el superior al oficial solo por su labor?”.

Este caso real subraya una verdad: el valor del trabajador suele medirse exclusivamente por lo útil que le sea a su patrono. Y hace surgir las preguntas: “¿Vivo para trabajar, o trabajo para vivir? ¿Qué aspectos de mi vida estoy sacrificando por el empleo?”.

Cómo elegir con acierto

Hay quien opina que dos de las decisiones más importantes de la vida —la elección de cónyuge y la de empleo— suelen tomarse por impulso. En un tiempo se consideraba que tanto el trabajo como el matrimonio tenían carácter permanente. De modo que se pensaba bien antes de hacer una selección. Muchas veces se acudía a los padres o a amigos de más edad en busca de asesoramiento.

En la actualidad, en cambio, parece que mucha gente elige pareja basándose casi exclusivamente en el físico y con la condición de que si el matrimonio no funciona, se buscan otra. De igual modo, la elección de empleo se hace, en general, por el atractivo que rodea la profesión, sin considerar las posibles consecuencias negativas. O al menos estas se descartan rápido con la idea de que podrá hacérseles frente.

Lamentablemente, muchas mujeres de países pobres responden a los anuncios de trabajo que prometen una vida refinada en algún otro país. A su llegada, no obstante, suele enviárselas a burdeles en los que su vida de prostitución es peor que su modo de vivir anterior. Este terrible tipo de esclavitud moderna es un “azote que no desaparecerá”, según un artículo de la revista World Press Review.

¿Puede la gente caer también en el lazo de aceptar una oferta de trabajo lícito y terminar en una situación de esclavitud? Pues sí. Hay empresas que, por ejemplo, ofrecen a sus trabajadores grandes atenciones, entre ellas comedores de la compañía a disposición de sus familiares y amigos, servicios gratuitos de taxi y tintorería, dentista in situ, gimnasio gratis y cenas subvencionadas en restaurantes lujosos.

“Una empresa hasta contrató una agencia de contactos románticos para sus agotados empleados”, informa el periodista Richard Reeves. Pero también advierte: “Estas compañías presentan planes para facilitarle la vida, con una sola condición: que se la entregue por completo; que trabaje dieciocho horas al día y que los fines de semana coma, haga ejercicio, juegue, incluso duerma en la oficina, siempre al servicio de los intereses de la empresa”.

Una opción mejor

Un antiguo proverbio dice: “Un perro vivo está en mejor situación que un león muerto” (Eclesiastés 9:4). Estas palabras hacen surgir la pregunta: “¿Debo sacrificar la vida o la salud por el empleo?”. Muchas personas han reconsiderado su situación y han hallado una manera adecuada de ganarse el sustento —y el de su familia, si la tienen— así como de llevar una vida feliz y con sentido.

La verdad es que para hacerlo a menudo se requiere modestia y tal vez haya que decidir cuáles son las necesidades primordiales y cuáles los deseos secundarios. Quienes van en pos de reconocimiento y prestigio quizá rechacen las opciones más moderadas e incluso cataloguen de insensatos a los que opten por ellas. Pero ¿qué es lo que de verdad importa en la vida? ¿Se ha parado a pensarlo recientemente?

Es posible que el sabio rey Salomón, autor del proverbio citado arriba, consiguiera más logros en sentido material que cualquier otro ser humano. Sin embargo, al resumir la esencia de la vida, escribió bajo inspiración divina lo siguiente: “La conclusión del asunto, habiéndose oído todo, es: Teme al Dios verdadero y guarda sus mandamientos. Porque este es todo el deber del hombre” (Eclesiastés 12:13).

Salomón también valoró la laboriosidad. “No hay nada mejor —escribió— que el que [un hombre] coma y en realidad beba y haga que su alma vea el bien a causa de su duro trabajo.” (Eclesiastés 2:24.) Jesucristo, el Salomón Mayor, tiene el mismo concepto del trabajo, al igual que su Padre celestial. “Mi Padre ha seguido trabajando hasta ahora, y yo sigo trabajando”, dijo Jesús (Juan 5:17; Mateo 12:42).

Aunque la duración de la vida humana actual es limitada (Salmo 90:10), Cristo sabía que bajo el Reino de Dios se disfrutaría de vida eterna en la Tierra. Por ello, en su famoso Sermón del Monte enseñó a sus discípulos a pedirlo en oración y les dio esta exhortación: “Sigan, pues, buscando primero el reino y la justicia de Dios, y todas estas otras cosas les serán añadidas” (Mateo 6:9, 10, 33).

Con relación a la vida bajo dicho gobierno —el Reino—, la Biblia promete: “Ciertamente edificarán casas, y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. No edificarán y otro lo ocupará; [...] la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal” (Isaías 65:21, 22).

Qué maravillosa esperanza: disfrutar de vida eterna efectuando trabajo satisfaciente. Una seria evaluación de nuestras circunstancias tal vez revele que debemos reconsiderar ciertos aspectos de nuestro trabajo para evitar peligros potenciales que puedan interferir en la posibilidad de disfrutar de “la vida que realmente lo es”, es decir, la vida futura bajo el Reino de Dios (1 Timoteo 6:19). De modo que demostremos en nuestro trabajo, o en cualquier cosa que hagamos, que respetamos a Aquel que nos dio la vida (Colosenses 3:23).

[Ilustraciones de las páginas 8 y 9]

Bajo el Reino de Dios se disfrutará de trabajo satisfaciente y sin riesgos