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Los jóvenes preguntan...

¿Por qué tengo que hacer lo que dice la Biblia?

¿Por qué tengo que hacer lo que dice la Biblia?

ESTÁS en la cafetería almorzando con dos compañeras de clase. Una de ellas está mirando al nuevo chico de la escuela.

—Tú le gustas, ¿sabes? —te dice una—. Lo sé por la forma en que te mira. Se le van los ojos.

—¿Y sabes qué? —te susurra al oído la otra—. No tiene novia.

—¡Lástima que yo tengo novio! —comenta la primera—. Si no, no me lo pensaba un minuto.

Entonces, la primera chica te lanza la pregunta que tanto detestas.

—¿Cómo es que tú no tienes novio?

Sabías que esa pregunta no podía faltar. La verdad es que te gustaría tener novio; pero te han dicho que es mejor que esperes hasta que estés preparada para el matrimonio. Si no fuera por...

—Tu religión, ¿verdad? —dice la segunda chica.

“¿Me estaba leyendo el pensamiento?”, te preguntas.

—Para ti solo hay Biblia, Biblia y más Biblia —agrega sarcástica—. ¿Por qué no puedes divertirte de vez en cuando?

Joven, ¿te has visto en una situación como esta, en la que otros se han burlado de ti por seguir las normas bíblicas? En tal caso, ¿cómo reaccionaste?

Defendiste con firmeza tus convicciones morales.

▪ Te sentiste incómodo, pero explicaste tus creencias lo mejor posible.

▪ Decidiste que tus compañeros tenían razón, que en realidad estabas dejando pasar las oportunidades de divertirte.

¿Te has detenido a pensar si de verdad vale la pena hacer lo que dice la Biblia? Eso le pasó a una joven llamada Doris. * “Mis compañeros hacían lo que querían, y parecía que no tenían que dar cuentas a nadie —relata—. Sentía que las normas de la Biblia eran muy represivas y me atraía mucho la vida sin restricciones que llevaban mis amigos de la escuela.”

¿Es malo tener dudas?

El escritor bíblico Asaf dudó por un tiempo de la conveniencia de vivir como a Dios le agrada. “Llegué a tener envidia de los jactanciosos, cuando veía la mismísima paz de los inicuos”, escribió. Hasta llegó a decir: “De seguro, en vano he limpiado mi corazón y lavo mis manos en la inocencia” (Salmo 73:3, 13).

Jehová Dios entiende que en ocasiones podemos preguntarnos de qué sirve guiarse por sus normas; después de todo, fue él quien hizo que los sentimientos de Asaf se recogieran en la Biblia. Al final, Asaf decidió que lo mejor en la vida era obedecer las leyes divinas (Salmo 73:28). ¿Cómo llegó a esa conclusión? Usando buen juicio, pues en lugar de esperar a sufrir una desgracia en carne propia, escarmentó en cabeza ajena (Salmo 73:16-19). ¿Puedes hacer tú lo mismo?

Aprende de los errores ajenos

A diferencia de Asaf, el rey David aprendió con dolor que todo aquel que no hace caso de las leyes divinas se causa daño a sí mismo. David cometió adulterio con la mujer de uno de sus siervos, tras lo cual intentó encubrir su acto; como consecuencia, padeció intensa angustia y lastimó a otros, entre ellos a Dios (2 Samuel 11:1–12:23). Después de que él se arrepintió, Jehová lo inspiró para que expresara sus sentimientos en una canción e hizo que esta se preservara en la Biblia para nuestro provecho (Salmo 51:1-19; Romanos 15:4). Así pues, tanto la Biblia como el buen juicio aconsejan aprender de los errores de otros.

Para que te sea más fácil imitar el ejemplo de Asaf y no cometas los errores de David, considera los comentarios que hicieron varios jóvenes de diversos países que por un tiempo dieron la espalda a las normas bíblicas. Su error fue, en concreto, tener relaciones sexuales sin estar casados. Después se arrepintieron de su falta, al igual que David, y recuperaron una posición limpia delante de Dios (Isaías 1:18; 55:7). Escucha lo que tienen que decir.

¡Despertad!: ¿Qué factores influyeron en tu manera de pensar y de actuar?

Doris: “En la escuela siempre veía que todos, menos yo, tenían novio o novia, y parecían muy felices. Cuando andaba con ellos y los veía besarse y abrazarse, me daba envidia y me sentía sola. Me pasaba las horas fantaseando sobre un muchacho que me gustaba mucho. Esto hizo que el deseo de estar con él se hiciera cada vez más fuerte y que estuviera dispuesta a hacer lo que fuera necesario con tal de cumplir ese deseo.”

Miguel: “Leía revistas y veía programas que exaltaban el sexo. Las conversaciones sobre temas sexuales con mis amigos me avivaron la curiosidad. Cuando estaba a solas con una chica, pensaba que podía tener intimidad física con ella sin llegar al acto sexual, que sabría detenerme a tiempo.”

Andrés: “Acostumbraba ver pornografía en Internet. Empecé a beber mucho y a asistir a fiestas con jóvenes que no respetaban las normas de la Biblia.”

Teresa: “Cuando tenía 16 años, lo único que me importaba era estar con mi novio. Sabía que las relaciones prematrimoniales eran malas, pero no las detestaba. Aunque no tenía la intención de llegar a una relación sexual antes de casarme, me cegaron las emociones. Por un tiempo no sentí remordimientos de conciencia.”

¡Despertad!: ¿Eras feliz con lo que hacías?

Doris: “Al principio experimenté una ráfaga de libertad y estaba feliz porque por fin encajaba con mis amigos. Pero aquello no duró mucho. Tenía la conciencia sucia, sentía que me habían robado la inocencia y me hallaba vacía. Me pesaba mucho haber perdido la virginidad, algo que jamás recuperaría. Desde entonces me he preguntado muchas veces quién me creía que era para pensar que podía hacer lo que hice sin pagar las consecuencias. Y ¿por qué, por qué pasé por alto las amorosas normas de Jehová?”

Miguel: “Empecé a sentir que una parte de mí había muerto. Traté de ignorar el efecto que mis acciones estaban causando en otros, pero no pude. Me dolía ver cómo en mi búsqueda del placer lastimaba a otras personas. No podía dormir. Con el tiempo, el placer de las relaciones sexuales prohibidas fue disminuyendo. Me dominaban el dolor y la vergüenza.”

Andrés: “Cada vez era más fácil realizar los malos deseos. Pero al mismo tiempo me consumía el sentimiento de culpa y me sentía muy decepcionado de mí mismo.”

Teresa: “No tardé en estrellarme contra la dura realidad. La inmoralidad arruinó mi juventud. Creía que mi novio y yo nos divertíamos de verdad. Pero no fue así. Terminamos causándonos dolor, sufrimiento y pena. Pasaba las noches llorando en mi cama, deseando haber hecho las cosas como Jehová manda.”

¡Despertad!: ¿Qué le aconsejarías al joven que piensa que las normas de la Biblia son muy restrictivas?

Doris: “La vida no mejora cuando uno abandona las normas bíblicas. Piensa en lo que sentirá Jehová si haces lo que él dice. Y medita largo y tendido en las consecuencias que trae pasar por alto sus consejos. Recuerda que no se trata solo de ti y tus deseos, sino que tus actos afectan a otros. Y si no haces caso de los consejos de Dios, te harás daño a ti mismo.”

Miguel: “Es verdad que la vida de tus compañeros quizás parezca atractiva si la miras por encima, pero mira lo que hay debajo antes de actuar. Entre las cosas más valiosas que Jehová nos ha dado están la dignidad y la inocencia. Desperdiciar esos regalos por no tener autocontrol es rebajarse. Comenta tus problemas con tus padres y con otras personas maduras. Si cometes una falta, dilo pronto y corrige los asuntos. Si haces las cosas a la manera de Jehová, obtendrás un verdadero sentimiento de paz.”

Andrés: “Cuando eres inexperto, te parece que la vida de tus compañeros es emocionante. Te contagias de sus actitudes. Por eso, elige bien a tus amigos. Confía en Jehová y te ahorrarás muchos pesares.”

Teresa: “No pienses que a ti no te pasará. Mi madre se sentó conmigo y me dijo con franqueza que mi conducta me iba a traer muchos dolores. Me sentí sumamente ofendida. ¡Como si yo no supiera lo que estaba haciendo! Pero no lo sabía. Vive en armonía con las leyes de Jehová y busca la compañía de las personas que hacen lo mismo. Así serás más feliz.”

Las normas bíblicas: ¿camisa de fuerza, o cinturón de seguridad?

Si tus compañeros se burlan de ti porque sigues las normas bíblicas, pregúntate: “¿Por qué no quieren acatar el código moral de la Biblia? ¿La han leído y han averiguado los beneficios que produce obedecer las leyes de Dios? ¿Se han puesto a pensar con detenimiento en las consecuencias de pasarlas por alto? ¿O simplemente se dejan llevar por los demás?”.

De seguro conocerás personas que se limitan a “seguir tras la muchedumbre” (Éxodo 23:2). ¿No prefieres algo mejor? ¿Cómo puedes tener criterio propio? Escuchando el consejo bíblico de ‘probar por uno mismo lo que es la buena y la acepta y la perfecta voluntad de Dios’ (Romanos 12:2). Jehová es el “Dios feliz”, y él quiere que también tú seas feliz (1 Timoteo 1:11; Eclesiastés 11:9). Las normas de la Biblia son para tu provecho. Es cierto que puedes verlas como una camisa de fuerza que restringe tu libertad; pero, en realidad, el código moral de la Biblia es más como un cinturón de seguridad que protege al ocupante de un vehículo.

Podemos tener total confianza en la Biblia. Si optas por hacer lo que ella dice, no solo harás feliz a Jehová, sino que te beneficiarás a ti mismo (Isaías 48:17).

Encontrarás más artículos de la sección “Los jóvenes preguntan...” en www.watchtower.org/yps

^ párr. 17 Se han cambiado los nombres.