Ir al contenido

Ir al índice

¿Cómo lograr que me vaya bien en el extranjero?

¿Cómo lograr que me vaya bien en el extranjero?

Los jóvenes preguntan...

¿Cómo lograr que me vaya bien en el extranjero?

“Cuando llegué al aeropuerto, solo pensaba en volver a casa. [...] Había perdido mi sed de aventura y todo mi afán por el descubrimiento. En una palabra, nunca había echado tanto de menos mi hogar.”—Uta.

DA MIEDO encontrarse solo en un país extraño. Pero como se indicó en el artículo anterior de esta serie, actualmente muchos jóvenes optan por pasar algún tiempo en el extranjero. Algunos salen de su tierra natal para recibir una educación o una preparación especial. Otros desean aprender un idioma o sencillamente ganar dinero. No obstante, también están los que se mudan para servir en lugares donde hay necesidad de predicadores del Reino.

Partiendo de la base de que tienes buenas razones para vivir en otro país —y de que tomas en cuenta tus necesidades espirituales y tus metas—, * ¿qué puedes hacer para que te vaya bien en el extranjero?

Debes estar decidido a adaptarte

En primer lugar, has de estar dispuesto a adaptarte. Esto no significa que debas abandonar los principios cristianos ni tus hábitos espirituales, pero quizás implique acostumbrarte a la nueva comida, familiarizarte con otras normas de comportamiento o actuar de distinta manera. Estas nuevas costumbres pueden ser muy diferentes a las de tu país. El mandato de Jesús de ‘dejar de juzgar’ es muy oportuno en este caso (Mateo 7:1). Ninguna raza ni cultura tiene derecho a considerarse superior a las demás (Hechos 17:26). Así como los adultos no deben comparar la juventud de la actualidad con la del pasado a fin de criticarla, los jóvenes que se hallan en el extranjero no deben comparar con ojo crítico el país donde se encuentran con el suyo propio (Eclesiastés 7:10). Céntrate en las cosas positivas que ofrecen el lugar y su cultura. También, aprende el idioma del país; cuanto antes lo hagas, antes te sentirás como en casa.

El apóstol Pablo pudo adaptarse a distintas culturas en su obra misional porque estaba dispuesto a hacerse “toda cosa a gente de toda clase” (1 Corintios 9:22). Tener una actitud similar puede ayudarte en tu adaptación. Adrianne es au pair en Alemania, es decir, realiza labores domésticas para una familia a cambio de alojamiento y pensión completa. Relata: “Tengo que ser muy flexible porque no puedo esperar que los demás se adapten a mí”.

“Echo de menos mi hogar”

Es normal sentir tristeza y añoranza durante las primeras semanas. La Biblia cuenta que Jacob ‘anhelaba intensamente la casa de su padre’, a pesar de llevar más de veinte años en tierra extranjera (Génesis 31:30). Así que no te sorprendas si en ocasiones tienes ganas de llorar. Claro está, si piensas constantemente en lo que dejaste atrás, lo único que conseguirás es sentirte aún más triste (Números 11:4, 5). La mejor forma de vencer la nostalgia es intentando acostumbrarte a tu nueva vida y al nuevo entorno. Aunque es bueno que te mantengas en contacto con la familia mediante cartas y llamadas telefónicas, el que llames a casa con demasiada frecuencia pudiera dificultar la adaptación a tu nuevo hogar.

Muchos jóvenes cristianos se han percatado de que el mejor antídoto para la soledad es mantenerse ocupados en actividades espirituales (Filipenses 3:16). Amber recuerda las primeras semanas de su estancia fuera: “Lo pasaba mal por las tardes, cuando no había nada que hacer, así que intentaba estudiar algo más o leer un libro”. Una joven británica llamada Rachel, que trabaja de au pair en Alemania, aconseja por propia experiencia: “Intégrate enseguida. Comienza a asistir inmediatamente a las reuniones”. Al principio, tal vez necesites ayuda para llegar a ellas. Pero dentro de la congregación cristiana es posible encontrar amistades sanas que pueden llegar a ser como “hermanos, y hermanas, y madres” (Marcos 10:29, 30).

La participación en la obra cristiana de la evangelización es también una parte importante de un buen programa espiritual. Predicar no solo te beneficiará espiritualmente, sino que te ayudará a adaptarte a la nueva cultura y al idioma.

Por último, haz un hábito de la oración y el estudio personal. Ambos factores son fundamentales para mantenerte saludable en sentido espiritual (Romanos 12:12; 1 Timoteo 4:15). Esa fue la razón por la que Adrianne, mencionada anteriormente, se aseguró de llevar publicaciones bíblicas en su lengua materna.

Convivencia con la familia anfitriona

Algunos jóvenes cristianos han hecho planes para quedarse con una familia creyente durante el tiempo que están fuera. Aunque no es de esperar que la familia anfitriona desempeñe el papel de los padres, esta puede constituir una compañía edificante y una fuente de estímulo en sentido espiritual (Proverbios 27:17).

Aun así, para mantener una buena relación con ella, es esencial que haya comunicación franca (Proverbios 15:22; 20:5; 25:11). Amber aconseja: “Debes saber más o menos lo que vas a tener que hacer y lo que tus anfitriones esperan de ti. Y ellos deben conocer tus expectativas”. Averigua cuáles son las normas de la casa y hasta qué punto se espera que participes en las tareas domésticas. Trata a fondo estos asuntos con ellos.

Tu situación será especialmente difícil si, por ejemplo, estás trabajando para una familia anfitriona que no tiene tus mismas creencias. Puesto que quizás la familia no comprenda tu postura acorde con los principios bíblicos, puedes encontrarte en circunstancias comprometedoras (Proverbios 13:20). Sus exigencias para que realices las labores de la casa pudieran estar en conflicto con tus obligaciones espirituales, como la asistencia a las reuniones cristianas. Así que, si las circunstancias te obligan inevitablemente a convivir con una familia que no comparte tu fe, debes tomar antes una serie de precauciones.

Rachel da la siguiente recomendación: “Asegúrate de que saben que eres cristiana. Es mejor que se lo digas con franqueza desde el principio”. Explicarles cuáles son tus creencias y tus normas morales puede servirte de protección. Además, deberías dejarle claro a la persona que te emplea que las reuniones cristianas y la predicación son esenciales para ti. Por último, sería prudente que antes de empezar a trabajar se pusieran por escrito datos importantes, como las horas laborables, el tiempo que tendrás libre y el sueldo que recibirás. Esto puede evitar futuras contrariedades.

Cómo resolver los problemas que surjan

Aunque hagas lo sumo posible por que todo vaya bien, aún pueden surgir problemas. Por ejemplo, ¿qué pasa si tus anfitriones te piden que te marches? Esto puede ser una experiencia abrumadora. Si se debe a algún tipo de malentendido, intenta aclarar las cosas con calma. Sé razonable (Proverbios 15:1). Muéstrate dispuesto a admitir cualquier error que hayas cometido, y tal vez cambien de opinión. Si no lo hacen, tendrás que encontrar otro lugar donde alojarte.

Quizás tengas que pedir ayuda a alguien por otras causas. Por ejemplo, si pasas por dificultades económicas o te pones enfermo, puede que no te atrevas a contárselo a tus padres por miedo de que te obliguen a volver a casa. Además, ellos se encuentran a kilómetros de distancia y puede que no sepan cómo resolver tu situación en un país extranjero. No obstante, tal vez los ancianos de la congregación hayan tratado antes con problemas como el tuyo y puedan darte algún consejo práctico, así como ayudarte a decidir si debes o no decírselo a tus padres.

El regreso a casa

A pesar de las dificultades y desafíos que se presenten, vivir en el extranjero puede ser una experiencia gratificante, sobre todo si lo haces por razones espirituales. Pero claro, llegará el momento en que tengas que regresar a casa. Andreas dice: “Con tantos buenos recuerdos —los malos pronto se olvidan—, me resultó muy difícil marcharme”. Aun así, no esperes que a tu regreso los amigos o la familia cambien de repente su modo de actuar solo porque tú hayas aprendido a ver los asuntos de diferente forma mientras estuviste fuera. Tampoco los irrites recordándoles constantemente cómo se hacen las cosas donde has estado. Es natural que quieras contarle a todo el mundo lo que has vivido, pero no te sientas frustrado si alguien no muestra el mismo entusiasmo que tú.

Como hemos visto, la decisión de vivir temporalmente en el extranjero no puede tomarse a la ligera. Si después de hablar con tus padres sobre el asunto piensas que tienes buenas razones para mudarte, prepárate para hacer frente a los desafíos que se presentarán. Como en el caso de cualquier otra decisión importante que tengas que tomar en la vida, es prudente que antes calcules los gastos (Lucas 14:28-30).

[Nota]

^ párr. 5 Consulta el artículo “Los jóvenes preguntan... ¿Debería vivir en el extranjero?”, del número del 22 de junio de 2000.

[Ilustración y recuadro de la página 27]

Consejos para tu seguridad

● Guarda el pasaporte, el dinero y el pasaje de vuelta en un lugar seguro.

● Fotocopia tu pasaporte, tu permiso de entrada o tu visado, o ambas cosas, así como tu pasaje de vuelta y otros documentos importantes. Quédate con una copia y envía otra a tus padres o a los amigos que dejas en casa.

● Lleva siempre contigo el número de teléfono de tus padres o el de algún amigo de tu país y el de tu familia anfitriona.

● Compórtate de forma casta con las personas del sexo opuesto, ya sea en el seno de la familia anfitriona, en la escuela, el trabajo u otros lugares.

● Aprende al menos algunas palabras y frases básicas en el idioma del país adonde vas.

● Hazte una revisión médica antes de marcharte. De necesitar medicinas, asegúrate de que tienes suficientes.

[Ilustración de la página 26]

Si surgen malentendidos con tu familia anfitriona, acláralos sin perder la calma