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¿Podemos hacer algo en favor de los difuntos?

¿Podemos hacer algo en favor de los difuntos?

El punto de vista bíblico

¿Podemos hacer algo en favor de los difuntos?

“Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor [...], para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios.” (Catecismo de la Iglesia Católica.)

EL INTERÉS por saber en qué estado se encuentran los muertos es una constante en todas las culturas. Tal vez usted ha sentido el dolor y la sensación de vacío que produce la muerte de un ser querido. Es posible que se pregunte si los difuntos aún tienen una existencia consciente, si sufren o descansan en paz, y si hay algo que pueda hacer en favor de ellos.

Muchas personas devotas creen que pueden socorrer a los muertos. Los hindúes, por ejemplo, afirman que incinerando el cadáver del ser amado a orillas del río Ganges y esparciendo las cenizas sobre las aguas, garantizan la dicha eterna de su alma. En Oriente, los budistas queman figuras de papel que representan automóviles, casas, ropa y dinero, pues creen que el difunto utilizará tales bienes en el otro mundo. En África se vierten bebidas alcohólicas en el lugar de entierro con la intención de que esta ofrenda beneficie al fallecido.

La doctrina católica enseña que si alguien muere sin haberse arrepentido de algún “pecado mortal”, se priva voluntariamente del favor de Dios. Este estado de autoexclusión “es lo que se designa con la palabra ‘infierno’”. Por otra parte, también enseña que quien disfruta del favor divino puede aspirar a lograr “el estado supremo y definitivo de dicha” junto a Dios en los cielos, siempre que haya sido perfectamente purificado. Para alcanzar esta purificación, quizás tenga que pasar por el purgatorio y someterse durante cierto tiempo al “fuego purificador” como castigo por pecados perdonables. Ahora bien, mientras está en el purgatorio, la persona puede recibir los beneficios de misas y sufragios —oraciones por los difuntos—, oficios religiosos que suelen costear los familiares o amigos del fallecido.

Es lógico que uno desee hacer cuanto esté en su mano para aliviar el posible sufrimiento de los seres queridos. Si esto fuera viable, ¿no explicaría Dios claramente cómo hacerlo? Veamos, pues, qué enseña la Biblia sobre este asunto.

El estado de los muertos

Todas las prácticas religiosas antes mencionadas se fundamentan en la creencia de la inmortalidad del alma, esto es, que parte de la persona sigue viva después de la muerte del cuerpo. Pero ¿enseña eso la Biblia? En ella leemos: “Porque los vivos tienen conciencia de que morirán; pero en cuanto a los muertos, ellos no tienen conciencia de nada en absoluto, ni tienen ya más salario, porque el recuerdo de ellos se ha olvidado. También, su amor y su odio y sus celos ya han perecido, y no tienen ya más porción hasta tiempo indefinido en cosa alguna que tenga que hacerse bajo el sol. Todo lo que tu mano halle que hacer, hazlo con tu mismo poder, porque no hay trabajo ni formación de proyectos ni conocimiento ni sabiduría en el Seol, el lugar adonde vas” (Eclesiastés 9:5, 6, 10). La palabra hebrea Seol significa sencillamente la sepultura, adonde van los seres humanos al morir.

¿Qué efecto tiene la muerte en el estado de conciencia de la persona? El salmista escribió por inspiración: “Sale su espíritu, él vuelve a su suelo; en ese día de veras perecen sus pensamientos” (Salmo 146:4).

Los argumentos bíblicos son sólidos y razonables. ¿Cree usted que un padre amoroso haría sufrir a sus hijos por la tendencia al pecado que han heredado? (Génesis 8:21.) Claro que no. Entonces, ¿por qué habría de hacer algo semejante nuestro Padre celestial? Cuando en el pasado algunos israelitas adoptaron el ritual pagano de sacrificar a sus hijos en el fuego como ofrenda a dioses falsos, Jehová condenó esa práctica aborrecible diciendo que aquello era una ‘cosa que él no había mandado y que no había subido a su corazón’ (Jeremías 7:31).

Los pecados del hombre le producen la muerte, no el tormento eterno en otro mundo. “El salario que el pecado paga es muerte”, afirman las Escrituras, y “el que ha muerto ha sido absuelto de su pecado” (Romanos 5:12; 6:7, 23).

Los muertos ni sienten ni padecen. Están como en un sueño profundo: inconscientes, sin gozar ni sufrir. Queda claro, pues, que todos los intentos de ayudarlos van en contra de lo que enseña la Biblia.

¿Qué esperanza hay para los muertos?

Esto no significa que nuestros seres queridos que han muerto permanecerán en un estado inconsciente para siempre. Al contrario, hay un futuro prometedor para ellos.

Antes de devolverle la vida a su querido amigo Lázaro, Jesús dijo que iba a “despertarlo del sueño” (Juan 11:11). En otra ocasión mencionó que “todos los que están en las tumbas conmemorativas oirán su voz y saldrán” (Juan 5:28, 29). Las personas que resuciten ya habrán sido absueltas de sus pecados y, por lo tanto, no tendrán que sufrir por lo que hicieron en su vida anterior. Tendrán la oportunidad de aprender a disfrutar de la vida en condiciones perfectas. ¡Qué magnífico porvenir!

Si le atrae la idea, no vacile en comprobar la veracidad de estas promesas. Los testigos de Jehová estaremos encantados de ayudarlo.

¿SE HA PREGUNTADO SI...

▪ ... los muertos están conscientes? (Salmo 146:4; Eclesiastés 9:5, 6, 10.)

▪ ... permitiría Dios que los muertos sufrieran en las llamas del infierno? (Jeremías 7:31.)

▪ ... hay esperanza para los muertos? (Juan 5:28, 29.)