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El estrés: causas y efectos

El estrés: causas y efectos

El estrés: causas y efectos

¿QUÉ es el estrés? Podría definirse como la tensión a la que se ve sometido el organismo o la mente a causa de factores físicos, químicos o emocionales. ¿Significa esto que el estrés sea dañino por naturaleza? En realidad no. Como señala la doctora Melissa C. Stöppler, “si es de grado moderado, pudiera beneficiarnos. Sentirnos bajo cierta tensión al realizar una tarea nos mueve a esmerarnos y a trabajar vigorosamente”.

¿Cuándo, entonces, se vuelve perjudicial el estrés? La doctora Stöppler responde: “Solo produce efectos adversos cuando es agobiante o no somos capaces de asimilarlo”. Veamos algunas causas frecuentes de tensión.

La presión de ganarse la vida

El rey Salomón dijo: “En cuanto al hombre, no hay nada mejor que el que coma y en realidad beba y haga que su alma vea el bien a causa de su duro trabajo” (Eclesiastés 2:24). Sin embargo, para muchos el lugar de empleo es un hervidero de presiones.

Un informe de la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo señaló que el estrés del empleado suele agudizarse por factores como la mala comunicación con la gerencia, la toma de decisiones que le conciernen sin que se le dé voz ni voto en ellas, los conflictos con sus compañeros, la inseguridad laboral y los salarios inadecuados. Sean cuales sean las causas, tales presiones inciden en ocasiones en el ámbito familiar, pues dejan a los padres con muy pocas energías para cumplir con sus obligaciones en el hogar, las cuales pueden ser enormes. Por poner un ejemplo, en el plazo de un año, alrededor de cincuenta millones de estadounidenses cuidaron de un familiar anciano o enfermo. Los apuros económicos también generan grandes tensiones en el hogar. Rita, madre de dos hijos, pasó muchas penurias cuando su esposo, Leandro, quedó confinado a una silla de ruedas tras un accidente de tránsito. Ella reconoce: “Los problemas de dinero provocan tensión. Que no le alcance a uno hasta fin de mes influye en el estado de ánimo”.

Las presiones que afrontan los padres sin cónyuge

Los padres que procuran satisfacer las necesidades familiares sin el apoyo de un cónyuge también soportan elevados niveles de estrés. Es agotador, tanto física como emocionalmente, tener que levantarse temprano para preparar el desayuno, vestir a los hijos y llevarlos a la escuela, correr para llegar a tiempo al trabajo y entonces cumplir con las exigencias del empleo. Y cuando una madre termina su jornada laboral, otro ciclo de tensión se pone en marcha al apresurarse a buscar a sus hijos a la salida de clase, hacer la cena y realizar las tareas del hogar. María, una madre sola con cuatro hijas adolescentes, compara su vida a una olla a presión. “La tensión —confiesa— se acumula hasta tal punto que siento que voy a estallar.”

Hijos con estrés

El sociólogo Ronald L. Pitzer afirma: “Muchos jóvenes padecen elevados niveles de estrés”. Sufren los cambios físicos y emocionales de la pubertad, así como diversas presiones en los centros de enseñanza. Según el libro Childstress! (El estrés infantil), el típico día escolar “está cargado de problemas y presiones que generan estrés: en los estudios, en los deportes y en el trato con compañeros y profesores”.

En algunas zonas, la violencia escolar agrava la ansiedad, sin mencionar el miedo al terrorismo y otros desastres que ahora sienten muchos jóvenes. Una adolescente escribe: “Si nuestros padres no paran de hablar de que les asusta la situación del mundo, es normal que nosotros nos asustemos”.

Aunque los padres deberían ser una fuente de fortaleza para sus hijos, “demasiadas veces —afirma Pitzer, el citado sociólogo— restan importancia, niegan, justifican o pasan por alto los intentos de niños y adolescentes de expresarles sus más vivos sentimientos”. En algunos casos, las disputas conyugales hacen que los progenitores no reaccionen ante las necesidades de sus hijos. “Parecía que siempre estaban peleando”, dice Tito, un niño cuyos padres acabaron divorciándose. Como señala el libro Childstress!, “las agresiones físicas y verbales no son las únicas que provocan traumas a los hijos. También les perturba el persistente resentimiento que se trasluce aun cuando se enmascare con palabras de cariño fingido”.

El precio del estrés

Independientemente de que seamos jóvenes o mayores, y de que el origen de las tensiones sea el trabajo o la escuela, lo cierto es que el estrés crónico puede repercutir en nuestra salud. Un autor especializado en temas médicos explica: “El cuerpo responde a tales presiones como un avión que se prepara para el despegue”. En efecto, aumentan el ritmo cardíaco, la tensión arterial, los niveles de azúcar en la sangre y la producción de hormonas. “Si el estrés persiste —prosigue dicho autor—, el funcionamiento de todas las partes del cuerpo directamente implicadas (cerebro, corazón, pulmones, vasos sanguíneos y músculos) se acelera o deprime de manera crónica, lo que termina provocando lesiones físicas o psicológicas.” La lista de dolencias vinculadas al estrés es alarmante: enfermedades cardíacas, derrames cerebrales, trastornos inmunológicos, cáncer, afecciones reumáticas y diabetes, por mencionar solo unas cuantas.

Motivo de especial preocupación es que muchos —sobre todo jóvenes— intenten librarse del estrés de una forma dañina. La doctora Bettie B. Youngs se lamenta: “Es desalentador ver que los adolescentes buscan una válvula de escape en el alcohol y las drogas, la inasistencia a clase, el delito, la promiscuidad sexual, la agresión y la violencia, medios que les acarrean problemas aún peores que las situaciones de las que intentaban escapar”.

Dado que el estrés es parte de la vida moderna, no es posible librarse por completo de él. Sin embargo, como mostrará el siguiente artículo, podemos hacer mucho para controlarlo.

[Comentario de la página 6]

“La tensión se acumula hasta tal punto que siento que voy a estallar”

[Ilustración de la página 5]

La vida de los padres sin cónyuge suele estar llena de presiones

[Ilustración de la página 6]

Los estudios pueden someter a los jóvenes a una presión excesiva