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Informe mundial

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Asia Y Oriente Medio

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Kirguizistán. Una precursora auxiliar llamada Svetlana nunca encontraba a nadie en determinada casa de su territorio. Un día, cuando pasaba por delante, pensó que no tenía sentido llamar porque estaba segura de que no contestarían. Con todo, decidió intentarlo de nuevo, y para su sorpresa, salió una mujer joven. La mujer se entusiasmó al ver a una testigo de Jehová, pues explicó que había estudiado la Biblia, pero había perdido el contacto con los hermanos. Svetlana le preguntó si le gustaría recibir las revistas con regularidad, a lo que ella respondió que no solo quería las revistas, sino que también quería volver a estudiar. Se comenzó un estudio de la Biblia de inmediato, y en la actualidad esta mujer ya asiste a las reuniones cristianas.

Japón. Dos hermanas que predicaban en un territorio de negocios entraron en la oficina de un abogado conocido por ayudar a los más desfavorecidos. Como la mujer que las recibió dijo que estaba muy ocupada, tuvieron que irse enseguida, aunque antes pudieron dejarle las revistas. Cuando las hermanas por fin la volvieron a encontrar, la mujer se hallaba sola. Antes siquiera de que pudieran saludarla, ella les preguntó enfadada: “¿Por qué se mata a niños inocentes? ¿Por qué el mundo es como es? ¡Quiero razones convincentes! ¡Si tienen las respuestas, díganmelas!”. Durante la siguiente hora, las hermanas le explicaron la cuestión de la soberanía universal y la actitud de la mujer fue cambiando poco a poco. Incluso agradeció que le hubieran contestado con la Biblia las preguntas que, según ella, nadie podía responder. Cuando se marchaban, la mujer les dio su dirección y número de teléfono, y dijo: “Estos datos solo se los doy a las personas que conozco muy bien, pero haré una excepción en este caso porque quiero volver a conversar con ustedes. No hemos hablado de tonterías”. Como resultado se comenzó un estudio de la Biblia.

Nepal. A cierta mujer que llevaba asistiendo a la misma iglesia muchos años le molestaban las discusiones y la codicia que veía entre los miembros de su religión. Su esposo, que era pastor, había sido expulsado debido a un desacuerdo sobre las donaciones, y a raíz de eso se había dado a la bebida y había dejado de mantener a la familia. La mujer buscaba desesperada la verdad y pedía todos los días a Dios que la ayudara a encontrarla. A fin de alimentar a su familia, comenzó a trabajar en una planta de reciclaje de papel. En una ocasión, mientras separaba libros, revistas y periódicos, encontró el libro Unidos en la adoración del único Dios verdadero, lo escondió entre la ropa y se lo llevó a casa. A partir de entonces, lo leía a diario y no dejaba de orar. Un día llamó a su puerta Bishnu, una precursora especial. A la mujer le gustó lo que escuchó y la invitó a entrar. Con el tiempo notó que había algunas similitudes entre lo que contaba Bishnu y lo que decía el libro. Cuando finalmente le enseñó el libro a la hermana y se enteró de que era una de nuestras publicaciones, la mujer se puso muy contenta. Ahora estudia la Biblia con regularidad y asiste a todas las reuniones acompañada de sus hijos.

Sri Lanka. Aun antes de ser publicador no bautizado, Punchibanda empezó a hablar informalmente del mensaje del Reino. Una vez abordó en la calle a un mendigo que le contó que una enfermedad muy dolorosa había acabado con la vida de su hija mayor. Ellos habían acudido a una iglesia de las Asambleas de Dios con la esperanza de que la curaran milagrosamente, pero su deseo no se había cumplido. Punchibanda le explicó que hoy día Dios no realiza curaciones, pero que bajo Su Reino desaparecerán las enfermedades. Le dejó unas revistas que trataban sobre ese tema y lo invitó al Salón del Reino. Ya en su casa, el mendigo comentó la invitación con su familia y les enseñó las revistas. Su esposa le contó que a ella también le habían dado revistas y la habían invitado al Salón del Reino. Con todo, el hombre decidió ir él solo primero. Los hermanos lo recibieron con una cálida bienvenida. En la actualidad, él, su esposa, su hijo y sus dos hijas asisten a las reuniones y disfrutan de la compañía de los siervos de Jehová.

Líbano. Una precursora especial originaria de las Filipinas narra la siguiente experiencia: “Mientras predicaba en las calles, encontré a una mujer filipina a la que empecé a enseñar la Biblia en su lugar de trabajo. Tenía tantas preguntas que, a veces, casi no había terminado de responderle a una cuando ya me estaba planteando otra. Con el tiempo, sin embargo, se encontró con la oposición de unos amigos íntimos muy activos en su iglesia y, lamentablemente, cedió a la presión y dejó de estudiar la Biblia, pese a que la animé a que no lo hiciera. Con todo, me consolé pensando que si tenía condición de oveja, volvería a estudiar. Pasó un año y yo seguía acordándome de ella, así que le escribí para decirle que no la había olvidado y que me gustaría volver a verla. Ella me llamó por teléfono y quedé en ir a visitarla. Esa vez comprobé que su interés era todavía mayor que antes. Aún guardaba en su corazón las cosas que había estudiado y las valoraba mucho. Me contó que había asistido a diferentes iglesias, pero que en ninguna enseñaban la verdad. De modo que reanudó el estudio, progresó muy bien y ahora ya está bautizada. Además, su hijo de 12 años ya es publicador no bautizado”.

India. Cierta hermana relata: “Predicando de casa en casa notamos que una niña, apenas nos vio, se metió en su casa. Enseguida nos encontramos con un hombre que nos echó de allí. Pero cuando nos marchábamos, vimos a la niña hablando con él. Más tarde, en la parada del autobús, ella se nos acercó en bicicleta y dijo: ‘Sé que Jehová es el Dios verdadero. Por favor, enséñenme lo que dice la Biblia. Me metí en casa para invitarlas a entrar, pero el dueño de la casa no me lo permitió’. Cuando le preguntamos cómo sabía que Jehová era el Dios verdadero, ella respondió que dos años antes mientras viajaba en autobús había visto lo que parecía una enorme reunión de cristianos. Era una de nuestras asambleas de distrito. Se había bajado del autobús y había escuchado el programa de los tres días. Desde entonces estaba esperando que los testigos de Jehová la visitaran. En vista de su interés, la llevamos al hogar de una hermana y empezamos un estudio de la Biblia. Comenzó a asistir a las reuniones con regularidad y está progresando bien en sentido espiritual”.

África

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Uganda. A varios empleados de una clínica grande se les pidió que juraran que no eran responsables de la desaparición de una elevada suma de dinero que había sido detectada a raíz de una auditoría. Cuando le llegó el turno a una Testigo llamada Lucy, en vez de jurar sobre la Biblia que era inocente, buscó Proverbios 15:3 y leyó en voz alta: “Los ojos de Jehová están en todo lugar, vigilando a los malos y a los buenos”. Se hizo un silencio absoluto en la sala, tras el cual la culpable se acercó al supervisor y confesó su delito. Este jefe recomendó a todos los presentes que en adelante recordaran “el texto de Lucy”. Tiempo después le subieron el sueldo a Lucy y le confiaron las llaves de la clínica.

Benín. En la escuela se burlaban mucho de Josué. Cada vez que daba alguna respuesta equivocada, los compañeros de clase se mofaban de él y decían: “Sacerdote de Jehová, ¿cómo es posible que cometas un error?”. Otros hacían comentarios burlones como: “Es que pasa demasiado tiempo paseando por ahí con su maletín”.

Josué reconoce: “Me asustaba bastante la posibilidad de encontrarme con mis compañeros cuando salía a predicar en el fin de semana”. Así pues, pidió ayuda a Jehová en oración y habló con un anciano, quien lo animó a contraatacar aumentando el tiempo que dedicaba al servicio del campo y ofreciendo valientemente publicaciones a sus compañeros. Josué cuenta que obtuvo buenísimos resultados en tres campos: “Ahora hago a menudo el precursorado auxiliar. Dos de los compañeros que solían reírse de mí estudian la Biblia conmigo. Y además, mis calificaciones han mejorado muchísimo”.

Etiopía. Hace unos dos años, Asnakech encontró una licencia de conducir y se puso de acuerdo con la dueña para devolvérsela. Esta mujer, de nombre Elsa, estaba admirada de la honradez de la hermana y quiso recompensarla con algún dinero. Asnakech rechazó el dinero y le ofreció el folleto ¿Qué exige Dios de nosotros? Al día siguiente, Elsa empezó a estudiar la Biblia. Ella explicó que el nombre Jehová no le era desconocido porque su padre, que era sacerdote, le había hablado de él. Después de asistir toda la familia a la asamblea de distrito, su esposo también inició un estudio de la Biblia. Sin embargo, cuando el padre de Elsa se enteró, se enojó mucho y dijo que los testigos de Jehová no servían para nada. Decidida a continuar estudiando, Elsa le dijo con respeto que los Testigos no eran como él pensaba. Muy molesto, el padre le quitó el folleto Exige a su hija sin que ella lo supiera. Lo leyó varias veces y quedó impresionado. Después de eso, cuando bendecía a las personas con las que se cruzaba, ya no lo hacía en el nombre de la Trinidad. La gente enseguida lo tachó de “apóstata”, y como algunos querían darle una paliza, se mudó a Addis Abeba, donde también empezó a estudiar la Biblia. Elsa y siete miembros de su familia ya son Testigos bautizados, y su esposo y su hijo siguen progresando.

Costa de Marfil. Anderson le dejó el folleto ¿Qué exige Dios de nosotros? a un comerciante que leía la Biblia con regularidad, y al poco tiempo se inició un estudio bíblico. La lección “Una vida de familia que agrada a Dios” captó la atención de este hombre. Él mismo explica por qué: “No sabía que cada cónyuge tenía un papel en el matrimonio. Si llegaba tarde a casa y mi esposa me lo echaba en cara, yo le contestaba: ‘Yo soy el hombre y me voy cuando quiero; tú eres la mujer y cuidas la casa’. Ahora regreso cuanto antes del trabajo y la ayudo en las tareas domésticas”.

Kenia. Cuando un niño de siete años que cursa el segundo grado se enteró de que iba a visitarlos el superintendente de circuito, abordó al director de la escuela para que le permitiera asistir a la reunión que se celebraría el martes de la semana siguiente por la tarde. El director le concedió el permiso, pero al otro día le dijeron al niño que tendría que llevar al colegio a sus padres y al supuesto visitante. Así que, cuando el superintendente de circuito llegó, acompañó al padre del muchacho a la escuela. Al director le sorprendió ver al superintendente y que este hubiera subido empinadas colinas en un trayecto de más de una hora para verlo. Aceptó las publicaciones que le ofrecieron y desde entonces ha sido más amable y cooperador.

Malaui. Un hombre que iba en bicicleta solía hostigar a cierto hermano mientras predicaba. Cada vez que lo veía, el hombre se detenía y trataba de iniciar una disputa. En una ocasión hasta intentó quitarle la Biblia. Un día, cuando pasaba cerca de donde el hermano estaba dirigiendo un estudio bíblico, quiso ajustar algo en su bicicleta, pero se pilló los dedos en los rayos de la rueda delantera y se hizo mucho daño. Aunque veían que se retorcía de dolor, ninguno de los allí presentes lo ayudó, salvo el hermano, que le vendó la mano e hizo que lo llevaran al hospital. Más tarde, el Testigo lo llamó a su casa. Avergonzado, el hombre reconoció que su anterior comportamiento se debía a rumores falsos, y luego añadió: “Ustedes sí que adoran al único Dios verdadero. Nunca pensé que me trataría tan bien después de lo mal que me porté con usted”.

Camerún. Una joven Testigo aguardaba sentada en la sala de espera llena de gente de un hospital cuando entró un anciano enfermo. Dado que todos los sitios estaban ocupados, el hombre tuvo que quedarse de pie. La hermana recuerda lo que pasó: “Me dio pena y le ofrecí mi lugar. Se produjo un murmullo en la sala, pues al cederle mi sitio, también le estaba cediendo mi turno para el médico. Enseguida se me acercó una señora y me preguntó de qué religión era. Cuando le dije que era testigo de Jehová, ella me encomió porque, en su opinión, muy pocos jóvenes hubieran hecho como yo. Aproveché la oportunidad para predicarle a ella y a otros con la ayuda de unos tratados que llevaba conmigo. Pude contestar un buen número de preguntas. Algunas de las personas con las que conversé cambiaron la opinión que tenían sobre los testigos de Jehová y estuvieron más dispuestas a que las visitaran los hermanos”.

Togo. Mientras predicaban en un territorio aislado, unos hermanos encontraron a un joven que, entusiasmado de conocerlos, les mostró dos libretas en las que había copiado a mano el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra completo y parte del libro “Asegúrense de todas las cosas”. El joven había vivido por un tiempo en la casa de un pastor evangélico que tenía dos estanterías: una para sus libros favoritos y otra para “los que no tenían importancia”. Nuestras publicaciones se hallaban en esta última. Al joven le bastó con leer un par de páginas de uno de los libros para quedar cautivado. Como no podía llevárselo y no sabía dónde conseguir otro ejemplar, lo copió. Pero cuando trató de hablar a la gente de lo que había leído, su madre y el pastor se opusieron. Los hermanos le dejaron otras publicaciones y lo están ayudando a progresar en sentido espiritual.

Sudáfrica. A una hermana llamada Thandi, su jefa le pidió que hablara con otra compañera, Bella, que tenía problemas en su matrimonio. Bella quería divorciarse de su esposo, que era policía, porque había abusado física y emocionalmente de ella. Thandi le regaló dos ejemplares del libro El secreto de la felicidad familiar y la animó a darle uno a su esposo. Cuando al cabo de una semana volvió a hablar con su compañera de trabajo, esta le dijo que su marido lo estaba leyendo y que su hogar había recuperado la paz. Tres meses después, Bella le aseguró a Thandi que Dios había salvado su matrimonio mediante la oración y el libro Felicidad familiar. Cuando la jefa de ambas supo el resultado, recomendó el libro a sus 2.000 empleados. Hasta el momento, Thandi ha dejado 96 libros Felicidad familiar en manos de sus compañeros de trabajo. La empresa incluso hizo una donación para la obra mundial de los testigos de Jehová.

América

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Venezuela. A una familia de Testigos le instalaron recientemente una línea telefónica y le dieron un nuevo número de teléfono. Debido a un problema técnico comenzaron a recibir llamadas de gente que quería contactar con un canal local de televisión para hablar con una astróloga. La familia decidió sacar partido a la situación. Valiéndose del libro Razonamiento, prepararon algunos temas y unos cuantos textos bíblicos para hablar con quienes llamaran. Graciela, la madre, se volvió una experta. Cierto día, alguien llamó y dijo: “Hola. ¿Es usted la diosa de los astros?”.

—Hola. Me llamo Graciela —contestó la hermana— ¿y usted?

—Carmen.

—Y dígame, Carmen, ¿por qué desea hablar con la diosa de los astros? ¿Necesita algún tipo de ayuda o consejo?

Carmen pasó a contarle a nuestra hermana un problema personal. Con amabilidad, Graciela le explicó dónde podemos obtener los mejores consejos y le leyó varios textos de la Biblia. Luego le preguntó: “¿No cree que, si queremos tener guía confiable ahora y en el futuro, deberíamos acudir a nuestro Creador?”. Carmen reconoció haber estudiado la Biblia con los testigos de Jehová en el pasado, así que se tomaron medidas para que se reanudara el estudio. Con el tiempo, la familia de Graciela ha podido dar un buen testimonio a otras personas que llamaban buscando ayuda, animarlas a escuchar a los Testigos cuando vayan a su puerta e invitarlas al Salón del Reino local.

Colombia. En marzo de 2005 le robaron el automóvil a una hermana de Cali. A los pocos días lo encontraron, así que ella y su esposo incrédulo esperaron junto al vehículo a que llegara la policía, pero como esta se retrasaba, decidieron llevárselo. No obstante, el auto había sido utilizado para cometer un delito, por lo que la policía los paró, los arrestó y los mandó a prisión. Apenas ingresó en la cárcel, la hermana empezó a predicar, y al poco tiempo ya tenía varios estudios bíblicos. Cuando pusieron en libertad a una de sus estudiantes, esta no solo pidió seguir estudiando con la hermana tan pronto la liberaran, sino que también le dijo al hombre con el que vivía que debían casarse para agradar a Dios.

Aunque poco antes la hermana había pedido en oración poder dedicar más tiempo a la predicación, nunca se imaginó que sería en la cárcel. Le dieron la oportunidad de salir antes en libertad, pero como se sentía protegida por Jehová y disfrutaba predicando, rechazó la oferta. Tras cuarenta y cinco días encarcelados, los liberaron a ella y a su esposo. La hermana reconoció que la experiencia había fortalecido su fe. Además, durante el encarcelamiento, los hermanos habían visitado y ayudado a su esposo, quien después de dos décadas de apatía espiritual, comenzó a asistir a las reuniones y quiso estudiar la Biblia. Ahora la hermana acude con regularidad a la prisión para visitar a cuatro presas que estudian con ella. Agradece mucho que Jehová haya respondido sus oraciones y que la haya bendecido tanto.

Brasil. Hasta hace dos años era común ver a un ciego llamado Renildo mendigando en los mercados de su ciudad y otras localidades cercanas. Aunque lo hacía para complementar su pensión de invalidez, la mendicidad se convirtió en una rentable fuente de ingresos que le permitía disponer de un automóvil propio y una casa bien amueblada. Además, podía comprar una cantidad de comida poco habitual en un área tan pobre. Gracias a su estudio de la Biblia con los testigos de Jehová fue adquiriendo una perspectiva espiritual de las cosas que lo impulsó a tomar una valiente decisión. Tras analizar con su esposa y sus tres hijos qué cambios podían hacer para vivir con menos medios, Renildo dejó de mendigar. Él y su familia progresaron en sentido espiritual y, al poco tiempo, se bautizaron en una asamblea de distrito. A Renildo no se le conoce ahora por mendigar, sino por ser un celoso proclamador de las buenas nuevas que pasa un promedio de cuarenta horas mensuales en el servicio del campo.

El Ecuador. Un precursor solía dejar las revistas en chino al dueño de un restaurante. El propietario de otro restaurante que era amigo suyo vio las revistas durante una visita, y las leyó. Tanto le gustaron que escribió a la sucursal de Hong Kong para solicitar más revistas, una Biblia y el libro Acerquémonos a Jehová. También pidió un estudio bíblico. Esta sucursal se puso en contacto con la del Ecuador y, al poco tiempo, una pareja de precursores le llevó a casa las publicaciones que había solicitado. A los cuatro días regresaron. ¿Las habría leído? El señor les dijo: “Comencé a leer desde Génesis y voy por Ezequiel, pero tengo algunas preguntas. ¿Por qué es Jehová tan bueno con nosotros los seres humanos? Todo le pertenece, así que, ¿por qué se toma tantas molestias para ayudar a la humanidad? ¿Qué saca él?”. Se inició un estudio de la Biblia, y el hombre empezó a ir a las reuniones de inmediato. Dejó de fumar y de frecuentar los casinos. Incluso cierra el restaurante para asistir a las reuniones. En la actualidad está a punto de ser publicador no bautizado y enseña chino a los hermanos locales que quieren predicar a otros compatriotas suyos que residen en el país.

Honduras. En Guatemala un día de enero de 2005, una hermana llamada Flor predicó informalmente a Sebastián, un chico de 15 años que trabaja de payaso en un circo. Aunque él demostró cierto interés, estaba siempre muy ocupado. Cierto día se cayó de la parte superior de la carpa, lo escayolaron y le mandaron guardar reposo. Ahora tenía mucho tiempo para meditar sobre cuestiones espirituales, así que Flor lo visitaba a diario y respondía sus numerosas preguntas. Pronto su madre, una equilibrista de nombre Doris, también manifestó interés y empezó a estudiar la Biblia con Flor. Luego se les unieron Dalila —una trapecista—, Sofía —una bailarina que ya había estudiado con los Testigos— y sus respectivas hijas; un total de siete personas. Durante dos meses, Flor se reunía de cinco a siete veces por semana con este grupo para estudiar la Biblia.

Cuando el circo se iba a marchar a Honduras, Flor los animó a buscar a los Testigos en las ciudades que visitaran para seguir estudiando y asistir a las reuniones. Después que llegaron a la población de Copán, el grupo reanudó sus clases con un matrimonio de precursores especiales. Luego se trasladaron a la localidad de Gracias, donde estudiaron con otro precursor especial. Y cuando les tocó mudarse a Santa Rosa de Copán, una pareja de misioneros recibió una llamada en la que les pedían que dirigieran el estudio durante las siguientes tres semanas.

Se trata de un estudio muy particular, pues se reúnen de siete a diez personas bajo la carpa del circo. Ellos celebran el estudio dos veces a la semana y se preparan bien, incluido el miembro más joven del grupo: una niña trapecista de nueve años llamada Julietta. Cuando van a las reuniones, a menudo tienen que marcharse corriendo en cuanto estas acaban para vestirse y estar listos para el espectáculo. Pero hacen el esfuerzo con gusto.

Oceanía

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Estudios bíblicos: 47.864

Nueva Zelanda. Mientras una joven hermana llamada Cecilia estaba leyendo un folleto bíblico a la hora de comer, una compañera de trabajo se acercó y le preguntó de qué trataba. A medida que Cecilia le explicaba su contenido, se fue formando a su alrededor un grupo de quince personas, entre ellas su jefe. Este la llamó luego a su oficina para decirle cuánto le había impresionado lo que había oído. También comunicó al personal que el comedor se utilizaría en lo sucesivo para analizar temas bíblicos y le dio a la hermana una pausa de una hora, en vez de treinta minutos, para que pudiera comer y luego hablar sobre la Biblia. Durante cuatro semanas, asistieron entre nueve y quince personas a estas charlas. En la actualidad, dos mujeres estudian la Biblia regularmente, progresan bien y ya predican a sus familiares y amigos.

Tuvalu. Peteli, cuyo nombre traducido al español sería “Betel”, es una niña de 14 años prácticamente sorda. Dado que tiene parientes testigos de Jehová, había asistido a algunas reuniones, pero no les había sacado mucho provecho, pues además de su sordera, no sabía leer. Por iniciativa propia, Peteli aprendió a leer los labios, y hace poco empezó a estudiar el folleto ¡Disfrute para siempre de la vida en la Tierra! con Dale, una misionera recién llegada al país. Esta hermana utilizaba las ilustraciones para mostrarle las doctrinas bíblicas y el texto para enseñarle a leer. Esta tarea no era fácil porque Dale todavía estaba aprendiendo el idioma local y Peteli necesitaba que le enseñaran dónde colocar la lengua para pronunciar correctamente las palabras. Con todo, Peteli está deseosa de saber y se esfuerza mucho. En solo tres meses comenzó a leer. A fin de participar en las reuniones, prepara comentarios con la ayuda de su maestra y los practica con antelación. También se sienta en la primera fila del Salón del Reino para poder concentrarse en los labios del orador. Dale comenta: “Jehová se está convirtiendo en un verdadero amigo para Peteli, y a menudo los ojos de ella se llenan de lágrimas cuando hablamos del tiempo en el que ‘los oídos mismos de los sordos serán destapados’” (Isa. 35:5).

Samoa. Una precursora llamada Elena le daba clases de la Biblia a una metodista que vivía enfrente del pastor de la localidad. Un día, mientras estudiaban en una sección abierta de la vivienda que daba a la casa de dicho pastor, este se acercó a donde ellas estaban. La estudiante le preguntó qué deseaba, a lo que el pastor contestó: “Vengo buscando a mi corderita. Hace casi un mes que no la veo”. Entonces se volvió a Elena y le preguntó: “¿Sabe por qué se marchó?”. Pensando que se refería a una corderita literal, Elena le dijo que tal vez se había escapado porque él siempre le daba el mismo tipo de comida, y le recomendó que intentara alimentarla con algo diferente. Para sorpresa de Elena, el pastor señaló a la estudiante y dijo: “¡Ella es mi corderita!”. Y luego añadió: “Usted me la ha robado. Ponga punto final a este estudio y no vuelva a hacerlo nunca más”. Dado que los pastores de la iglesia gozan de un gran poder en las aldeas de Samoa, la mujer se echó a llorar. Elena intentó tranquilizarla explicándole que, según la propia Biblia, es de esperar que les pasen cosas así a quienes estudian la Biblia.

Con todo, Elena cambió de inmediato el día y la hora del estudio, así como el lugar donde lo llevaban a cabo. “En vez de celebrarlo en la parte abierta que tienen al frente las casas samoanas —cuenta ella—, nos trasladamos a un pequeño cuarto de la parte posterior de la vivienda. Hacía mucho calor, pero al menos pudimos seguir estudiando durante dos meses. Un día, después de la oración de comienzo, el pastor se presentó por sorpresa. Pensé que iba a interrumpir el estudio, pero su actitud había cambiado.”

El pastor se quedó durante el estudio e incluso planteó algunas preguntas. Al terminar, le dijo a la mujer: “Quiero contarle algo. Ayer por la noche, cuando regresábamos de la ciudad, se nos averió el automóvil cerca de una aldea vecina. Un matrimonio joven y un muchacho se acercaron para ayudarnos a arreglarlo, pero como no arrancaba, nos propusieron dejarlo en su casa y se ofrecieron a traernos. Al subirme a su vehículo, vi Atalayas y otras publicaciones, lo cual me hizo pensar que tal vez estas personas pertenecieran a la misma iglesia que la mujer que venía a visitarla a usted”.

Llegados a este punto, la mujer interesada respondió: “Claro que sí. De hecho, son los hijos de Elena”. Entonces, el pastor se disculpó y dijo: “Sigan estudiando. Ahora sé que los testigos de Jehová son gente buena y amorosa. Perdónenme por todo lo que dije. Este programa de enseñanza ayudaría a modificar la actitud de algunos de mis feligreses”. Desde ese día en adelante, ya no estudian en la pequeña y sofocante habitación posterior, sino en la fresca parte delantera de la casa, frente a la casa del pastor, quien no ha vuelto a molestarlas.

Saipán. En esta isla, la verdad del Reino de Dios caló hondo en el corazón de Helen, la cual estudiaba la Biblia con una misionera. Queriendo demostrar lo agradecida que estaba por lo que aprendía, un día al terminar el estudio, le entregó a la misionera una pequeña bolsita de paño y le dijo: “No tengo mucho, pero me gustaría contribuir con esto a la obra de predicar”. Dentro había una preciosa perla de Pohnpei, su isla de origen, que vendieron siguiendo la sugerencia de Helen. El propietario de una joyería pagó gustoso 100 dólares por aquella perla de excelente calidad. Le dieron el dinero a Helen para que decidiera cuánto iba a donar, pero ella lo rechazó diciendo: “Échenlo todo en la caja”. ¿A qué se debía tanta generosidad? Como en la parábola de Jesús, Helen había hallado una perla de más valor: la esperanza del Reino (Mat. 13:45, 46).

Europa

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Bielorrusia. Mientras asistían a la escuela de precursores, Pavel y Mayya, un matrimonio de precursores especiales, salieron a pasear una noche. Aunque no tenían la intención de predicar, se llevaron el folleto Buenas nuevas para gente de todas las naciones. Al ver a dos extranjeros, decidieron predicarles. Consiguieron entender que procedían de Paquistán y que hablaban urdu, y recordando que llevaban consigo el folleto, se lo dieron a leer. Uno de ellos mostró interés y aceptó estudiar la Biblia. Esa misma semana asistió a una reunión de congregación. Tan estimulante ha resultado la compañía de los siervos de Jehová para este hombre que llegó a decir: “En los tres años que llevo en Minsk, esta es la primera vez que me encuentro entre cristianos verdaderos”. Él sigue estudiando la Biblia hasta el día de hoy.

Gran Bretaña. Richard es un anciano de congregación que, debido a su ceguera, cuenta con un perro lazarillo llamado Irvin. La predicación de casa en casa supone un gran desafío para Irvin, pues este ha sido entrenado para recordar todos los lugares a los que va su dueño. Richard les explicó la situación a quienes le suministraron el perro, y estos le confirmaron que ese tipo de ministerio era demasiado para Irvin. Con todo, le recomendaron que lo llevara a territorios de negocios, pues así podría familiarizarse con los distintos locales que Richard visitara de forma regular. A Richard siempre le había intimidado predicar en esta clase de territorio, pero con la ayuda de Irvin en poco tiempo se ha convertido en un auténtico experto.

Hungría. Un superintendente de circuito escribe: “En mayo de 2004 abordamos a un hombre llamado Csaba que estaba trabajando en el jardín y que nos dijo que pertenecía a un consejo eclesiástico. Tras conversar brevemente con él, nos marchamos. Dos días después regresamos con el libro Conocimiento y comenzamos un estudio bíblico. Cuando nos íbamos, mencionó que la cocina (estufa) le estaba dando problemas. Le dije a Csaba que conocía a un hermano hábil en este tipo de reparaciones y que si me daba su número de teléfono, se lo haría llegar. Cuando los hermanos regresaron para avivar su interés, Csaba les devolvió el libro y dejó de estudiar. Por ese entonces, lo llamó el hermano que yo le había recomendado para que le arreglara la cocina, quien aprovechó los tres días que le tomó hacer la reparación para hablar de la verdad a Csaba durante horas. Este hombre reanudó su estudio de la Biblia, y su esposa se le unió. En mayo de 2005, ya era publicador no bautizado. Durante mi visita a la congregación, lo acompañé cuando salió a predicar por primera vez. Su progreso espiritual se debe en gran parte a la actitud servicial y amigable de los hermanos, así como al contraste entre la conducta de los Testigos y la de los miembros de su iglesia”.

Bélgica. Un publicador solía conversar con una mujer del territorio a la puerta de su casa, situada en una esquina. Cierto día, cuando ya se marchaba, un hombre lo abordó y le dijo: “Mis amigos creen que los testigos de Jehová no son buena gente, pero yo siempre los defiendo y les digo que eso no es cierto. Tengo que confesarle algo. Cuando paseo a mi perro, muchas veces me quedo a la vuelta de la esquina escuchando sus conversaciones con la dueña de esta casa. Usted habla con frecuencia de la resurrección y el Paraíso. Quisiera saber más. Mi esposa está en el hospital recuperándose de un asalto en el que recibió diecisiete puñaladas. Estoy desesperado y ya no sé qué hacer”. Ahora, este hombre está estudiando la Biblia.

Italia. Cierto hermano regresaba una tarde del trabajo en su vehículo, cuando al acercarse a su casa, dos hombres en una moto lo adelantaron. El que iba sentado detrás sacó una pistola y le hizo señas al hermano para que se detuviera. Apenas lo hizo, el hombre armado abrió la puerta y le dijo que saliera y le entregara todo el dinero que tuviera consigo. El hermano obedeció. Acto seguido, el hombre se sentó al volante dispuesto a llevarse el auto. Pero entonces vio sobre el tablero de mandos el Anuario de los testigos de Jehová y preguntó: “¿Es usted testigo de Jehová?”.

“Sí, ¿por qué?”, respondió el hermano. Sin dar ninguna explicación, el hombre se bajó, se disculpó por lo ocurrido y le dijo al hermano que, por favor, se subiera al auto. Entonces el otro asaltante le dijo a su compañero que le devolviera el dinero.

“De nuevo, discúlpenos”, dijo el que tenía la pistola mientras cerraba la puerta del auto. Ninguno de los asaltantes explicó por qué cambiaron de idea, pero resulta obvio que respetaban a los Testigos.

Suecia. En abril de 2003, un publicador le dejó el libro Conocimiento a un hombre de unos 90 años. En su juventud, este señor había viajado por todo el país sacando fotos a multitud de iglesias y por eso lo habían nombrado miembro honorario de un grupo de la Iglesia de Suecia. El publicador le preguntó si había visto el nombre de Dios en alguna de aquellas iglesias y, entonces, le enseñó la foto de una de ellas donde aparecía el nombre divino. Este detalle despertó el interés del hombre, quien aceptó un estudio de la Biblia. “Como leía la Biblia desde que era un niño, pensaba que sabía bastante de ella. Pero en realidad no sabía nada comparado con lo que sé ahora”, explicó entusiasmado con el estudio. En poco tiempo comenzó a asistir a las reuniones en el Salón del Reino. En junio de 2005, a la edad de 91 años, tuvo su primera asignación en la Escuela del Ministerio Teocrático: la lectura de la Biblia. En la actualidad es un publicador no bautizado y tiene pensado bautizarse. En 2003 escuchó a los Testigos porque había visto un programa de televisión que hablaba mal de nosotros. Quiso saber quiénes éramos en realidad, y ahora ya lo sabe.

[Ilustración de la página 43]

Svetlana (Kirguizistán)

[Ilustración de la página 47]

Lucy (Uganda)

[Ilustración de la página 52]

Graciela (Venezuela)

[Ilustración de la página 55]

Renildo y su familia (Brasil)

[Ilustración de la página 57]

Dale y Peteli (Tuvalu)

[Ilustración de la página 57]

Cecilia (Nueva Zelanda)

[Ilustración de la página 58]

Elena (Samoa)

[Ilustración de la página 61]

Pavel y Mayya (Bielorrusia)

[Ilustración de la página 61]

Richard y su perro Irvin (Gran Bretaña)