Ir al contenido

Ir al índice

La vida perfecta no es solo un sueño

La vida perfecta no es solo un sueño

La vida perfecta no es solo un sueño

¿Qué significa para usted un mundo perfecto? Imaginémonos una sociedad humana sin delito, drogadicción, hambre, pobreza e injusticia. Todo el mundo disfruta de buena salud física y emocional. No hay dolor ni infelicidad, pues hasta la muerte ha sido eliminada. ¿Es realista anhelar un mundo así?

LA VERDAD es que la mayoría de las personas, aun sin menospreciar los adelantos científicos y tecnológicos, no creen que la inteligencia o el saber humanos vayan a traer un mundo perfecto en el que todos vivamos en paz y felicidad. Por otro lado, es innegable que el hombre tiene la tendencia a querer mejorar las cosas y corregir las imperfecciones. Por supuesto, una simple ensoñación poco realista no ayudará a los que no tienen hogar ni a los pobres, ni aliviará a los impedidos ni a los enfermos que anhelan dejar de sufrir. La creatividad humana de ningún modo traerá un mundo perfecto. No obstante, pese al sufrimiento y la opresión actuales, hay razones de peso para creer que sí está cerca un mundo que podríamos calificar de perfecto.

Cuando pensamos en una vida perfecta, puede que nos venga a la memoria la de Jesucristo. Él no ha sido el único ser humano perfecto que ha vivido en la Tierra. Adán y Eva, a quienes Dios creó a su imagen, disfrutaban de vida perfecta en un paraíso. Sin embargo, perdieron su magnífica condición porque se rebelaron contra su Padre celestial (Génesis 3:1-6). No obstante, el Creador infundió en los seres humanos el deseo de vivir para siempre. Eclesiastés 3:11 da testimonio de ello: “Todo lo ha hecho bello [Dios] a su tiempo. Aun el tiempo indefinido ha puesto en el corazón de ellos, para que la humanidad nunca descubra la obra que el Dios verdadero ha hecho desde el comienzo hasta el fin”.

Aunque la imperfección y el pecado llevaron a la humanidad a una vida de “futilidad” y “esclavitud a la corrupción”, fijémonos en las consoladoras palabras del apóstol Pablo: “La expectación anhelante de la creación aguarda la revelación de los hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a futilidad, no de su propia voluntad, sino por aquel que la sujetó, sobre la base de la esperanza de que la creación misma también será libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Romanos 8:19-21). La Biblia deja claro que las provisiones de Dios para que la humanidad vuelva a tener perfección están disponibles mediante Jesucristo (Juan 3:16; 17:3).

Además de esta maravillosa esperanza para el futuro, todos tenemos la posibilidad de avanzar espiritualmente, un progreso que podemos poner de manifiesto incluso ahora.

Tratemos de ser razonables

Jesucristo consideraba tan importante la perfección, que dijo a un gran auditorio: “Ustedes, en efecto, tienen que ser perfectos, como su Padre celestial es perfecto” (Mateo 5:48). ¿Esperaba Jesús, en realidad, que fuéramos intachables en este sistema malvado? No. Desde luego, debemos afanarnos por cultivar las cualidades de la generosidad, la bondad y el amor al semejante, pero muchas veces no hacemos lo que es correcto. Hasta uno de los apóstoles de Jesús escribió: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda injusticia. Si hacemos la declaración: ‘No hemos pecado’, lo estamos haciendo mentiroso a él, y su palabra no está en nosotros” (1 Juan 1:9, 10).

No obstante, podemos mejorar el concepto que tenemos de nosotros mismos y la manera de tratar a los demás, sin ser extremistas. ¿Quién podría encontrar una mejor fórmula para tener una personalidad equilibrada y razonable que la que se encuentra en la Palabra de Dios, la Biblia? Cultivar cualidades como el gozo y la moderación nos ayudará a llevarnos bien con otras personas en el trabajo, con nuestro cónyuge y con nuestros padres o hijos. El apóstol Pablo aconsejó a los cristianos: “Siempre regocíjense en el Señor. Una vez más diré: ¡Regocíjense! Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes” (Filipenses 4:4, 5).

Los beneficios de ser razonables

Cuando nuestras expectativas son razonables y evitamos el perfeccionismo atormentador y derrotista, el beneficio es tanto para nosotros como para otras personas. Conocer el auténtico potencial de uno implica ser realista y razonable en cuanto a lo que queremos hacer. Recuerde: Dios nos creó para vivir en la Tierra y hallar satisfacción en un trabajo valioso que sea de provecho para nosotros y para los demás (Génesis 2:7-9).

¿Por qué no acudir a Jehová en oración si somos muy exigentes con nosotros mismos? Conseguir el favor de Dios nos aliviará mucho. Jehová sabe cómo estamos hechos y que somos imperfectos, por lo que no es irrazonable ni difícil de agradar. El salmista nos asegura: “Como un padre muestra misericordia a sus hijos, Jehová ha mostrado misericordia a los que le temen. Pues él mismo conoce bien la formación de nosotros, y se acuerda de que somos polvo” (Salmo 103:13, 14). ¡Qué agradecidos podemos estar a Dios de que sea tan misericordioso al tratar con los seres humanos! Conoce nuestras limitaciones, pero a sus ojos podemos ser tan valiosos como hijos amados.

En lugar de buscar el perfeccionismo, es mucho más sensato cultivar discernimiento espiritual y una actitud equilibrada. Además, podemos estar seguros de que nadie puede impedir que Jehová cumpla su propósito de conceder la perfección a la humanidad bajo el Reino de Dios. Ahora bien, ¿qué significa la perfección humana?

Vida perfecta, no perfeccionismo

Ser perfecto no es lo mismo que ser perfeccionista. Quienes tengan el privilegio de vivir en el Paraíso terrestre bajo el Reino de Dios no serán exigentes ni pretenderán ser superiores. Un requisito para sobrevivir a la gran tribulación es agradecer de corazón el sacrificio de rescate, como lo expresa la gran muchedumbre internacional de la que habló el apóstol Juan: “La salvación se la debemos a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero” (Revelación [Apocalipsis] 7:9, 10, 14). Todos los que sobrevivan a la venidera gran tribulación agradecerán que Cristo muriera voluntariamente por ellos y por todos los que pusiesen fe en él. Su sacrificio amoroso suministra el fundamento para eliminar por siempre las imperfecciones y debilidades de estas personas (Juan 3:16; Romanos 8:21, 22).

¿Cómo será la vida perfecta? No habrá competencia ni ambición egoísta en la familia humana, sino amor y bondad, lo que resultará en que merezca la pena vivir, de modo que desaparezcan la ansiedad y la poca autoestima. Pero la vida perfecta no será aburrida ni monótona. La Palabra de Dios no nos da todos los detalles sobre el Paraíso, pero describe qué clase de vida podemos esperar: “Ciertamente edificarán casas, y las ocuparán; y ciertamente plantarán viñas y comerán su fruto. No edificarán y otro lo ocupará; no plantarán y otro lo comerá. Porque como los días de un árbol serán los días de mi pueblo; y la obra de sus propias manos mis escogidos usarán a grado cabal. No se afanarán para nada, ni darán a luz para disturbio” (Isaías 65:21-23).

En lugar de preguntarnos cómo nos divertiremos, dónde compraremos o qué clase de tecnología o transporte proporcionará el Reino, imaginémonos disfrutando del cumplimiento de estas palabras: “‘El lobo y el cordero mismos pacerán como uno solo, y el león comerá paja justamente como el toro; y en cuanto a la serpiente, su alimento será polvo. No harán daño ni causarán ruina en toda mi santa montaña’, ha dicho Jehová” (Isaías 65:25). ¡Qué distinta será la vida perfecta de la actual! Si llegamos a contarnos entre los dignos de vivir entonces, tendremos razón para confiar en que nuestro amoroso Padre celestial se interesará en nosotros y en nuestra familia. “Deléitate exquisitamente en Jehová, y él te dará las peticiones de tu corazón.” (Salmo 37:4.)

La vida perfecta no es solo un sueño. El propósito amoroso de Jehová respecto a la humanidad se cumplirá por completo. Nosotros y nuestra familia podemos ser de los que reciban la perfección y vivan para siempre en el nuevo mundo de Dios. La Biblia predice: “Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella” (Salmo 37:29).

[Ilustración de la página 6]

Podemos mejorar el concepto que tenemos de nosotros mismos y de los demás si no somos perfeccionistas ni hipercríticos

[Ilustración de la página 7]

¿Por qué no vernos ya disfrutando de condiciones pacíficas y justas en el Paraíso?