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La Torre de Londres, monumento a un pasado tormentoso

La Torre de Londres, monumento a un pasado tormentoso

La Torre de Londres, monumento a un pasado tormentoso

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN GRAN BRETAÑA

A ORILLAS del río Támesis, en el sector oriental de la gran ciudad, se alza un monumento de fama mundial: la Torre de Londres. Durante casi un milenio, este extenso conjunto de fortificaciones, celdas carcelarias y habitaciones reales ha desempeñado un papel clave en la turbulenta historia inglesa. Por sus puertas han entrado reyes y reinas, cortesanos y eclesiásticos, políticos y jueces. Unos salieron de allí triunfantes; otros, en cambio, no volvieron a ver la libertad. ¿Qué finalidad tenía este recinto, y qué dramas de trascendencia histórica para Inglaterra se vivieron en él?

Fortaleza real

En 1066 invadió Inglaterra el duque Guillermo de Normandía, quien, con el fin de intimidar a sus enemigos anglosajones, levantó una serie de castillos. Ubicó en Londres el más importante, que originalmente no era más que un fuerte de madera situado dentro del ángulo suroriental de las antiguas murallas romanas. Pero enseguida lo sustituyó por una construcción de piedra, la Gran Torre, cuyas enormes dimensiones atemorizaban a los lugareños, pues tenía una planta cuadrangular de 32 por 36 metros y una altura de 27. Cuando la mandó pintar con cal un rey posterior, llegó a conocerse como la torre Blanca.

Los monarcas subsiguientes agregaron torreones de diversos tamaños, dos enormes cercos de piedra y un profundo foso, lo que convirtió a la ciudadela en una de las más inexpugnables de Europa. En ocasiones, los propios soberanos tuvieron que refugiarse en ella huyendo de sus súbditos rebeldes. Durante las guerras civiles, la conquista de este bastión, símbolo de poder y autoridad, señalaba la victoria de uno u otro bando. En épocas de paz, la Torre era el punto de partida de los solemnes cortejos de coronación. Cuando la corte residía en sus ornamentadas cámaras palaciegas, el rey y su círculo agasajaban a sus amistades con fastuosos banquetes, un trato muy distinto al que se dispensaba a los enemigos del soberano.

Cárcel estatal

En el año 1100 llegó a este reducto el primer recluso del que hay constancia. No era una cárcel cualquiera, pues se reservaba para personajes de alto rango y relevancia, entre quienes figuran reyes derrotados de Escocia y Francia, así como aristócratas y clérigos caídos en desgracia o convictos de traición. A veces fue escenario de ejecuciones e incluso asesinatos, como los de Enrique VI, Eduardo V —de 12 años de edad— y el hermano menor de este.

Los prisioneros eran ubicados donde hubiera espacio. Mientras que algunos tenían poca libertad de movimiento, a otros se les permitía deambular por todo el complejo. Así mismo, las condenas que cumplían podían ser breves o largas. William Penn, el posterior fundador de la colonia americana de Pensilvania, soportó ocho meses de reclusión por sus convicciones religiosas. Sin embargo, el duque Carlos de Orleans, sobrino del rey de Francia, fue derrotado en una batalla y pasó veinticinco años en custodia intermitente hasta que se pagó un exorbitante rescate por él. De igual modo, el cortesano, explorador y escritor sir Walter Raleigh soportó trece largos años, durante los cuales escribió su historia universal, titulada History of the World, y luego salió en libertad temporal para ser finalmente ajusticiado.

Más ejecuciones

La imagen de este fuerte como lugar de crueldad se remonta a tiempos de la Reforma. Enrique VIII, obsesionado por conseguir un sucesor, rompió con el papado y procedió a eliminar a quienes no lo reconocían como cabeza de la Iglesia de Inglaterra. Su segunda consorte, Ana Bolena, tampoco logró darle un heredero. Inculpada de traición y adulterio, fue decapitada en la Torre junto con su hermano y otras cuatro víctimas. Otro tanto le ocurrió a Catalina Howard, quinta esposa del monarca. Además, acabaron en este recinto —y luego en el patíbulo— muchos nobles de sangre real considerados amenazas para el trono.

El heredero de Enrique VIII, su joven hijo Eduardo VI (también anglicano), prosiguió tras su coronación con las brutales purgas. Seis años más tarde murió y fue sucedido por María Tudor (católica fervorosa, a diferencia de Enrique VIII, su padre), la cual decapitó sin dilación a lady Juana Grey —de 16 años— y a su joven marido, títeres en la lucha por el poder. En efecto, había llegado la hora de que murieran los protestantes. Isabel, hermana de padre de María, pasó muchas semanas de inquietud en la Torre antes de su liberación. Sin embargo, al convertirse en reina, encarceló y aplicó la pena capital a sus oponentes y a quienes se negaron a repudiar el catolicismo.

La ciudadela albergó a miles de cautivos, pero tan solo fue el marco de la decapitación de dos hombres y cinco mujeres —tres de ellas reinas: Ana Bolena, Catalina Howard y, tras su fugaz reinado de nueve días, Juana Grey—, los cuales fueron eximidos de protagonizar un bochornoso espectáculo público. El resto de los ajusticiamientos, generalmente decapitaciones, tuvieron lugar en el cadalso de la cercana Colina de la Torre, adonde acudían multitudes alborotadoras. La cabeza cortada se clavaba en una pica y se exhibía en el puente de Londres para escarmiento de todos, y el resto del cadáver se llevaba de vuelta al recinto y era sepultado bajo la capilla, que llegó a alojar 1.500 cuerpos.

A veces —por lo general solo con autorización oficial— se aplicaban diversos suplicios para arrancar confesiones en los interrogatorios. En 1605, Guy Fawkes, que había intentado volar por los aires al rey y al Parlamento en la Conspiración de la Pólvora, fue puesto en el potro de tortura para que delatara a sus cómplices, tras lo cual sufrió la pena máxima.

Como el resto de Inglaterra, la Torre estuvo durante un breve lapso del siglo XVII en manos de Oliver Cromwell y el Partido Parlamentario. A partir del regreso de Carlos II al trono, ya no recibió tantos confinados. En 1747 se efectuó la última decapitación en la colina adyacente, pero la ciudadela mantuvo su función penitenciaria. En la primera guerra mundial fue la escena del encierro y fusilamiento de once espías alemanes, y en la segunda tuvo un tiempo en sus celdas a varios prisioneros enemigos, entre ellos Rudolf Hess, segundo sucesor oficial de Hitler. El último ejecutado dentro de sus muros fue el espía Joseph Jakobs, llevado al paredón en agosto de 1941.

Los alabarderos de la Casa Real y las joyas de la corona

Aunque desde el principio ha habido guardias para custodiar a los detenidos y los edificios, el cuerpo especial de alabarderos se creó en 1485. En aquellos días, los reos solían llegar por el río y entrar al recinto por la puerta del Traidor. Si volvían de un juicio, el alabardero penitenciario era el blanco de las miradas, pues en el caso de que el filo de su hacha apuntara al escoltado, habría otro muerto.

En la actualidad aún hay alabarderos que prestan vigilancia y además benefician con sus amplios conocimientos a los miles de visitantes a quienes guían. En las ocasiones más solemnes lucen la indumentaria de la época de los Tudor, a saber, librea escarlata y oro rematada en el cuello por una gola blanca, mientras que su uniforme de diario es el victoriano, de color azul marino y rojo. A los alabarderos se los llama popularmente beefeaters (“comedores de carne”), apodo que en sus comienzos probablemente se usó como crítica, pues durante los períodos en que los londinenses andaban escasos de comida, ellos siempre recibían su ración de carne para que se mantuvieran fieles a la corona.

Hay un alabardero que tiene a su cargo los grandes cuervos que por allí rondan. Existe la superstición de que la calamidad se abatirá sobre Inglaterra si estas aves abandonan la Torre, por lo que tienen las alas recortadas.

Otros alabarderos guardan las famosas joyas de la corona británica, expuestas al público desde el siglo XVII. El mayor diamante tallado del mundo (de primera calidad) es el Cullinan I, una de las varias piedras preciosas engastadas en los cetros, coronas y globos que todavía usa la familia real.

Zoológico, casa de la moneda y arsenal

Aunque ya había leones en la Torre en tiempos del rey Juan (comienzos del siglo XIII), la real casa de fieras se inició cuando su sucesor, Enrique III, recibió como regalo de varios soberanos europeos tres leopardos, un oso polar y un elefante. Si bien eran para entretener al monarca y su corte, cuando el oso salía a pescar al Támesis, atado con una correa, todo Londres disfrutaba el espectáculo. Con los años, el parque recibió más especies exóticas. Estuvo abierto al público desde la época isabelina hasta la década de 1830, cuando se trasladó a los inquilinos al nuevo zoológico londinense de Regent’s Park.

Por más de cinco siglos, la Torre fue sede de una importante sección de la Real Casa de la Moneda, cuya actividad fue muy intensa bajo Enrique VIII, quien acuñó piezas con la plata confiscada a los monasterios que había disuelto. También albergó un archivo con importantes documentos oficiales y jurídicos, así como una fábrica y almacén de pertrechos para el rey y sus tropas.

Testimonio del pasado

La Torre de Londres es una de las mayores atracciones de Gran Bretaña. Dado que presenta un aspecto muy parecido al de antaño, es difícil caminar por sus calles adoquinadas, rodeando sus grises y sombrías torres, y no recordar la angustiosa tragedia de quienes tanto sufrieron entre sus muros a lo largo de los siglos. Su tormentoso pasado se resume en el sitio que ocupaba el cadalso de la Colina de la Torre, donde se conmemora con una pequeña placa “la trágica historia, y en muchos casos el martirio, de quienes arriesgaron su vida por su fe, su país o sus ideales, y la perdieron”.

[Ilustraciones de la página 13]

Ana Bolena

Catalina Howard

Juana Grey

William Penn

[Reconocimientos]

Bolena y Howard: del libro Heroes of the Reformation, 1904; Grey: del libro The World’s Famous Events; Penn: del libro The Library of Historic Characters and Famous Events, Vol. V, 1895

[Ilustración de la página 13]

Aposento de la Torre utilizado más tarde como celda

[Reconocimiento]

Copyright Historic Royal Palaces

[Ilustración de la página 14]

Alabardero penitenciario

[Reconocimiento]

Copyright Historic Royal Palaces

[Ilustración de la página 15]

Joyas de la corona

[Reconocimiento]

Crown ©/The Royal Collection © 2004, Her Majesty Queen Elizabeth II

[Ilustración de la página 15]

Moneda del siglo XVI con la efigie de Enrique VIII

[Reconocimientos de la página 12]

Arriba: © London Aerial Photo Library/CORBIS; alabardero: Copyright Historic Royal Palaces