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El marabú, esa ave tan denigrada

El marabú, esa ave tan denigrada

El marabú, esa ave tan denigrada

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN KENIA

“No he visto [...] peor ave de mal agüero que el marabú.” (The World’s Wild Places—Africa’s Rift Valley.)

DE LA multitud de aves que habitan el continente africano, pocas han recibido críticas tan severas como el marabú. La gente por lo general dice que es ruin, despreciable y maligno. Por lo visto, tiene un grave problema de relaciones públicas.

¿Le atraen las aves de figura elegante y trino melodioso? Pues el marabú no tiene ninguna de esas virtudes. Como la cabeza y el cuello carecen de plumas y son de color rosado, presenta más bien un aspecto sombrío y triste. Además, cuando llega a adulto, de la garganta le cuelga un saco inflable de tono rojizo parecido a una corbata gruesa, el cual, según la mayoría de la gente, no le hace ningún favor a su apariencia. No obstante, el doctor Leon Benun, director del Departamento de Ornitología del Museo Nacional de Kenia, nos recuerda que “el que ese saco nos parezca feo a nosotros no significa que lo sea para el marabú”. Lo cierto es que nadie sabe todavía qué función biológica cumple esa papada.

Sus hábitos de alimentación tampoco contribuyen mucho a cautivar a los observadores. Para empezar, es carroñero, pero se sabe que si no encuentra cadáveres, caza otros pájaros a fin de satisfacer su voraz apetito. No sorprende que tanta gente sienta una profunda aversión hacia él.

A pesar de su apariencia y conducta repulsivas, cuenta por otra parte con diversas cualidades admirables. Lo invitamos, lector, a que junto con nosotros se familiarice mejor con esta ave a la que tanto se denigra.

Gigante alado

Se podría decir que el marabú es el miembro de mayor tamaño de la familia de las cigüeñas. Un macho adulto puede alcanzar un metro y medio de altura y pesar hasta ocho kilos, mientras que las hembras son algo más pequeñas. Su fuerte pico de forma cónica puede crecer más de 30 centímetros, y le resulta muy eficaz para extraer los trozos de carne de los animales muertos.

Esta enorme cigüeña es una voladora consumada a pesar de sus dimensiones, pues sabe aprovechar sus dos metros y medio de envergadura para ubicarse entre los mejores planeadores. Durante el vuelo es la viva imagen de la elegancia: lleva la cabeza ligeramente metida entre los hombros y las largas patas extendidas hacia atrás. Domina con habilidad las columnas ascendentes de aire caliente (corrientes térmicas) para remontarse tan alto, que casi se pierde de vista desde el suelo; se sabe que algunos marabúes han ascendido hasta los 4.000 metros de altura.

Padres cumplidores

Especialmente admirable es lo bien que cumple con su papel de padre, que, por cierto, es un trabajo muy absorbente. Todo empieza con la construcción del nido. El macho, al que más tarde se unirá una hembra, inicia la obra después de haber elegido un sitio adecuado, en ocasiones a 30 metros del suelo. El nido no tiene nada de espectacular: es poco más que una tosca plataforma abierta de un metro de diámetro construida con varas, ramas y hojas secas. De hecho, a veces el futuro padre hereda una vieja construcción, que renueva añadiéndole ramitas y otros materiales. Se ha descubierto que algunas colonias de marabúes han conservado el mismo nido por cincuenta años.

Mientras está todavía en marcha la construcción del nuevo hogar, el macho se da a la tarea de encontrar pareja. Contrario a lo que es normal en muchas especies de aves, en este caso es el macho el que espera a que la hembra se le acerque. Se presentarán varias candidatas con la esperanza de ganarse sus favores. Las respuestas negativas son comunes, pero la persistencia tiene su recompensa y, al final, una de ellas será aceptada. Durante el subsiguiente cortejo, el macho y la hembra inflan totalmente la bolsa del cuello, mientras emiten diversos sonidos (parecidos a mugidos, graznidos y silbidos) con la intención de intimidar y alejar a las pretendientes no deseadas. Dichos sonidos son los únicos que se le conocen al marabú, a excepción del ocasional chasquido de su enorme pico. Entre el macho y la hembra se establece un fuerte vínculo, fortalecido por su saludo habitual cada vez que uno de ellos regresa al nido, el cual consiste en echar la cabeza hacia atrás, bajarla y chasquear prolongadamente con el pico.

Junta, la pareja concluye la construcción del nido, y compartirán asimismo la incubación, que toma un mes. Transcurrido este período, de los dos o tres huevos blancos saldrán unos pollitos rosados casi sin plumas, que acapararán la atención de ambos padres. Los pequeños marabúes reciben cuidados extraordinarios, entre ellos un intensivo programa de alimentación, que incluye la ingestión de alimentos con alto valor nutritivo, como el pescado. Otro plato común en su dieta son las ranas, abundantes en los pantanos, que el marabú visita con frecuencia. Los padres regurgitan en el nido trozos de comida, de los que se alimentan los polluelos. El crecimiento es lento: solo después de cumplir cuatro meses de edad, momento en el que son capaces de salir volando del nido, empezarán a sobrevivir por sí solos.

Servicio de limpieza

Aunque esta ave ha sido despreciada por alimentarse de carroña, la verdad es que sus servicios son de gran utilidad. Si los cadáveres en descomposición que los depredadores dejan por las llanuras africanas no se eliminaran, se convertirían fácilmente en foco de enfermedades peligrosas tanto para los seres humanos como para las bestias. El marabú se encarga de retirar esos desperdicios. Junto con los buitres, que son también aves de presa de muy buen apetito, los marabúes recorren las llanuras en busca de víctimas abandonadas. Cuando encuentran alguna, dejan que los buitres, que son más agresivos, abran el animal con sus picos curvos. En el momento oportuno, el marabú se abalanzará hacia el cuerpo muerto valiéndose del pico como si fuera el bisturí de un cirujano, sacará un pedazo de carne y se retirará en espera de una nueva oportunidad. Cuando los buitres se hayan saciado, llegará el momento de que los marabúes se disputen los restos. Al marabú le sirve de alimento prácticamente cualquier cosa que le baje por la garganta, con la excepción de los huesos; traga sin ninguna dificultad trozos de carne de hasta 600 gramos.

En los últimos años, el ave ha extendido su servicio de limpieza más allá de su hábitat natural. Su temor al hombre casi se ha desvanecido, de modo que suele frecuentar los vertederos de pueblos y aldeas. ¿Con qué resultado? Un ambiente más limpio. El marabú incluso escarba entre los desechos líquidos de los mataderos en busca de algún bocado. Sirva el siguiente ejemplo para ilustrar su resistencia: mientras hurgaba en un matadero del oeste de Kenia, un ejemplar se tragó un cuchillo de carnicero. A los pocos días apareció el cuchillo, limpio y reluciente, cerca del mismo sitio, mientras que el marabú, después de regurgitarlo, siguió su vida normal sin daños aparentes.

Su futuro

Mientras que el marabú de la India, su pariente más cercano, va desapareciendo, el africano prolifera. No se le conocen enemigos naturales. En el pasado, el hombre fue su adversario más cruel: lo cazaba y le arrancaba las suaves plumas traseras para adornar con ellas los tocados femeninos. “Parece inconcebible —comenta el libro Storks, Ibises and Spoonbills of the World (Cigüeñas, ibis y espátulas del mundo)— que las delicadas y hermosas plumas que decoran los abanicos o algunos adornos muy valiosos para las mujeres provengan de este enorme, demacrado y repulsivo carroñero.” Afortunadamente para estas aves, la insensible matanza ha disminuido con el paso de los años, y su población está creciendo otra vez. Nuestro breve estudio del marabú ha revelado a todas luces que no hay razón para que se le desprecie y difame. Su ardua y eficiente labor de limpieza ambiental nos beneficia sobremanera. Tal vez no sea la más bella de las aves, pero, a su modo, le trae gloria con modestia a su Creador (Salmo 148:7, 10).

[Ilustración de la página 16]

El fuerte pico de forma cónica puede medir más de 30 centímetros

[Ilustración de las páginas 16 y 17]

Su envergadura sobrepasa a veces los dos metros y medio

[Reconocimiento]

© Joe McDonald

[Ilustración de la página 17]

Los pequeños marabúes reciben cuidados extraordinarios

[Reconocimiento]

© M.P. Kahl/VIREO

[Ilustración de la página 18]

Nadie sabe todavía qué función biológica cumple la papada

[Ilustración de la página 19]

En ocasiones construye el nido a 30 metros del suelo