Ir al contenido

Ir al índice

“La más grandiosa máquina voladora”

“La más grandiosa máquina voladora”

“La más grandiosa máquina voladora”

EL ALBATROS ha sido descrito como “la más grandiosa máquina voladora” que vive en la Tierra... y con razón. La envergadura de sus alas es de unos 3 metros (10 pies), lo cual lo convierte en el ave marina más grande que existe. En pleno vuelo puede alcanzar una velocidad de 115 kilómetros (70 millas) por hora. Y aunque sobre la tierra se mueve con torpeza, en los cielos es sencillamente majestuoso.

De las más o menos veinte especies de albatros que se han identificado, unas quince habitan las aguas que rodean Nueva Zelanda. En el hemisferio sur, el único lugar en tierra firme donde se reproducen es punta Taiaroa, localizada en la península de Otago, en la Isla del Sur.

Allí, el albatros real del norte comienza a reproducirse cuando tiene entre seis y diez años, y lo sigue haciendo durante toda su vida, la cual suele ser bastante larga (se sabe de algunos ejemplares que han vivido más de medio siglo). Pone un solo huevo cada dos años, y antes de poner el siguiente, pasa un año en el mar. Por lo general, mantiene siempre la misma pareja.

En septiembre, el macho y la hembra comienzan a construir juntos el nido. Y ya para noviembre, la hembra pone un huevo que puede pesar hasta medio kilo (18 onzas). Ambos progenitores lo empollan durante unos ochenta días, hasta que, a principios de febrero, el polluelo rompe el cascarón. A partir de ese momento, la pareja se turna para cuidar y alimentar a la cría con pescado y calamar predigeridos. Seis meses más tarde, el pequeño albatros pesa unos 12 kilos (26 libras), mucho más que un ejemplar adulto.

Después de casi un año, ambos padres dejan punta Taiaroa y se hacen a la mar. Cuando regresan para reproducirse nuevamente al cabo de un año, su polluelo ha perdido ya el exceso de peso, tiene todo su plumaje y ha aprendido —a fuerza de errores— a extender sus alas y alzar el vuelo. El vasto océano se convierte ahora en el nuevo hogar del joven albatros, pero dentro de varios años regresará a punta Taiaroa. Allí, mientras los adultos estén anidando y criando, este se dedicará a acicalarse, juguetear de aquí para allá y hacer gala de sus fabulosas destrezas de vuelo.

[Recuadro de la página 25]

MI VISITA A LA COLONIA DE ALBATROS REALES

Desde la niñez me han fascinado las historias de albatros, así que me moría por ir a la colonia de albatros reales. El día que la visitamos soplaba un viento muy fuerte, por lo que al irnos acercando, alzamos los ojos al cielo con la esperanza de ver el espectáculo aéreo que tanto anhelábamos. Y se cumplieron nuestras expectativas. Cuando aparecieron las célebres aves, no pudimos menos que maravillarnos de su maestría en el vuelo.

Al llegar, nos unimos a un grupo de visitantes para hacer un recorrido guiado de una hora. En una exposición que incluía maquetas y videos, aprendimos cómo pueden los albatros reales del norte pasarse toda la vida en el mar. Nos enteramos de que hasta duermen en el agua. Tanto en el mar como en el cielo, estas aves son una maravilla: otra razón más para alabar a Jehová, Aquel que “[creó] todas las cosas” (Revelación [Apocalipsis] 4:11).

[Ilustración de la página 24]

La pareja se turna para cuidar y alimentar a la cría, que a los seis meses puede pesar unos 12 kilos (26 libras)

[Ilustración de las páginas 24 y 25]

Punta Taiaroa, hogar de los albatros reales del norte

[Ilustración de la página 24]

Los albatros reales del norte se pasan casi toda la vida en el mar; hasta duermen en el agua

[Reconocimientos de la página 23]

Arriba: © David Wall/Alamy; abajo: © Kim Westerskov/Alamy

[Reconocimientos de la página 25]

Fondo: © davidwallphoto.com; página 24, arriba: Tui De Roy/Roving Tortoise Photos; página 24, abajo: por gentileza de Diarmuid Toman; página 25, albatros volando: © Naturfoto-Online/Wolfgang Bittmann