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LOS JÓVENES PREGUNTAN

¿Qué puedo hacer para no estar tan triste?

¿Qué puedo hacer para no estar tan triste?

“Mis amigos saben que pueden contar conmigo para ayudarles con sus problemas y hacerlos sentir bien. Pero pocos saben que luego, cuando estoy sola en mi habitación, yo también lloro.” (Kellie)

“Cuando estoy triste, me aíslo. Y si me invitan a salir, busco alguna excusa para no ir. Se ve que disimulo bien porque mi familia no se da cuenta de cómo me siento.” (Ricardo)

Si tú has sentido algo parecido, no te apresures a pensar que hay algo en ti que no anda bien. Todos tenemos un mal día de vez en cuando. La Biblia muestra que hasta hombres y mujeres del pasado que sirvieron fielmente a Dios tuvieron momentos de tristeza (1 Samuel 1:6-8; Salmo 35:14).

Puede que a veces sepas por qué estás triste, pero otras veces no. Anna, de 19 años, comenta: “No tienes que estar pasando por una situación traumática para deprimirte; la depre te puede venir en cualquier momento, aunque todo esté bien. Suena raro, pero así pasa”.

Sea cual sea el motivo —aun cuando parezca que no lo hay—, si sientes que ya no das más, trata de seguir estas sugerencias:

  1. Habla con alguien. El fiel Job dijo angustiado: “¡Hablaré, sí, en la amargura de mi alma!” (Job 10:1).

    “Hablar con alguien y saber que me entiende es un verdadero alivio. Siento como si esa persona arrojara una cuerda para ayudarme a salir del hoyo.” (Kellie)

  2. Escribe lo que sientes. Esto te ayudará mucho, en especial si la tristeza no te deja pensar con claridad. Por ejemplo, algunos de los salmos que escribió el rey David expresan un profundo dolor (Salmo 6:6). Poner tus sentimientos por escrito te permitirá conservar “la sabiduría práctica y la capacidad de pensar” (Proverbios 3:21).

    “Escribir me ayuda a organizar la maraña de pensamientos negativos que se me forma en la cabeza. Cuando expreso mis sentimientos en un papel, los puedo entender y me quedo más tranquila.” (Elena)

  3. Cuéntale a Jehová lo que te preocupa. “Den[le] a conocer sus peticiones a Dios —dice la Biblia—; y la paz de Dios que supera a todo pensamiento guardará sus corazones y sus facultades mentales.” (Filipenses 4:6, 7.)

    “Intenté por todos los medios entender lo que me pasaba. Cuando me cansé de estar triste sin motivo, le pedí a Jehová que me ayudara a ser feliz y, por fin, empecé a sentirme mejor. Aprendí que nunca hay que subestimar el poder de la oración.” (Esther)

    Con ayuda y esfuerzo, lograrás salir del hoyo de tristeza en el que estás

    Sugerencia: Lee Salmo 139:23, 24 y úsalo como modelo para tus propias oraciones. Ábrele tu corazón a Jehová y pídele que te ayude a entender por qué estás triste.

Además de todo lo dicho, recuerda que cuentas con la valiosa ayuda de la Palabra de Dios. Medita en las animadoras enseñanzas de los relatos bíblicos y verás qué buen efecto tienen en ti (Salmo 1:1-3).

Cuando la tristeza no se va

Raúl cuenta: “Hay mañanas en las que preferiría quedarme en la cama para no tener que enfrentarme a otro día sin sentido”. Al igual que muchos, Raúl sufre de depresión. Según ciertos estudios, 1 de cada 4 adolescentes padecerá algún tipo de depresión antes de ser adulto.

¿Cómo puedes saber si lo tuyo es depresión? Pues bien, entre los síntomas están los siguientes: marcados cambios de humor y comportamiento, ganas de no ver a nadie, pérdida de interés en casi todo, notables alteraciones en el apetito y el sueño, y fuertes sentimientos de inutilidad o culpa.

Es cierto que casi todos hemos tenido uno o varios de dichos síntomas alguna vez. No obstante, si estos te duran unas cuantas semanas, quizás te convenga hablar con tus padres y consultar a un doctor. Él te podrá decir si tu tristeza tiene causas médicas.

Y si te diagnostican depresión, no tienes de qué avergonzarte. Con tratamiento médico adecuado, muchos de los que padecen esta enfermedad han llegado a sentirse mejor, incluso más contentos que antes. Por tanto, sea que tu tristeza se deba a la depresión o no, recuerda siempre las consoladoras palabras de Salmo 34:18: “Jehová está cerca de los que están quebrantados de corazón; y salva a los que están aplastados en espíritu”.