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Se comportó como la niña israelita

Se comportó como la niña israelita

Se comportó como la niña israelita

EN EL año 2006, dos semanas antes de la Conmemoración de la muerte de Jesús, los miembros de la familia Sales, que viven en la ciudad de Praia Grande (Brasil), hicieron una lista de las personas a quienes deseaban invitar. A la pequeña Abigayl, de seis años, le entregaron una invitación y le preguntaron a quién quería dársela.

—Al señor que siempre me sonríe —respondió.

—¿Y quién es? —le preguntaron sus padres.

—El que va en silla de ruedas —contestó la niña.

Cuatro días después, Abigayl les mostró a sus padres de quién se trataba. El hombre se llamaba Walter y vivía a solo una manzana del Salón del Reino. Unos quince años atrás, cuando tenía 28 años, un accidente de automóvil lo había dejado paralizado de la cintura para abajo. Puesto que era rico, lo acompañaban dos guardaespaldas. Los padres de Abigayl pidieron permiso para que la niña hablara con Walter, y le explicaron que su hija quería darle una invitación.

Después que Abigayl le presentó la invitación al señor, le dijo: “Todos los demás en el Salón del Reino tienen muchas invitaciones para repartir, pero yo solo tengo una. Por eso decidí dársela a usted. Si no viene, no tendré ningún invitado. Pero si viene, me pondré muy contenta, y Jehová se pondrá más contento todavía”.

El día de la Conmemoración, los Testigos, entre ellos Abigayl, estaban limpiando el Salón del Reino en preparación para el programa de esa noche. Por la tarde, Walter pasó en automóvil por allí y, al ver a Abigayl, le pidió a su chofer que parara. Entonces abrió la ventana y le preguntó a la niña qué estaba haciendo. Ella le contestó que estaban limpiando el Salón para que estuviera bonito cuando él viniera.

Esa noche, Abigayl estaba muy nerviosa. El discurso comenzó, y ella seguía mirando a un lado y a otro para ver si Walter aparecía. De repente llegó el hombre con sus guardaespaldas, y en la cara de la pequeña se dibujó una enorme sonrisa. Cuando terminó el discurso, Walter confesó que había iniciado un viaje a otra ciudad, pero que luego cambió de idea y acudió a la Conmemoración solo por complacer a la niña. Sin embargo, añadió: “Este discurso es lo que necesitaba oír”. Pidió una Biblia y empezó a estudiar y asistir a las reuniones.

Tiempo después, la hermana de Walter quiso conocer a Abigayl, de la que su hermano tanto hablaba. Cuando lo hizo, descubrió con agrado que era una niña excelente y dijo: “Ahora comprendo por qué mi hermano se siente tan feliz”.

Walter sigue estudiando y asistiendo a las reuniones. Incluso comenta en ellas y habla con otras personas de lo que aprende. Sin duda, la pequeña Abigayl nos hace recordar a la niña israelita que ayudó a Naamán a conocer al Dios verdadero, Jehová (2 Reyes 5:12-14).