Motívate
Para motivarte en cualquier cosa que emprendas, debes ver su valor práctico.
¿QUÉ valor práctico tienen los estudios? Son un medio para adquirir sabiduría, y la Biblia afirma que “la sabiduría es [...] una protección” (Eclesiastés 7:12). ¿En qué sentido? Ilustrémoslo con un ejemplo. Imagínate que vas caminando por un vecindario peligroso. ¿Qué preferirías: estar solo o estar con un grupo de amigos que te ayudaran si fuera necesario? Pues bien, si recibes una buena educación, estarás acompañado en todo momento de “amigos” fuertes. Entre ellos figuran:
La capacidad de razonar. La educación te permite desarrollar lo que la Biblia llama “sentido común” y “discernimiento” (Proverbios 3:21, Nueva Traducción Viviente). Con estas facultades podrás resolver tus propios problemas en vez de esperar siempre que los demás te saquen de apuros.
Las habilidades sociales. La Biblia aconseja a los cristianos ejercitar cualidades como la gran paciencia y el autodominio (Gálatas 5:22, 23). Al relacionarte con tanta variedad de personas en la escuela, tienes una amplia oportunidad para dominar dichas habilidades, junto con otras como la tolerancia, el respeto y la empatía. Todas ellas te serán de gran utilidad en tu vida social de adulto.
Una preparación práctica. La escuela te enseña el valor de una sólida ética de trabajo, la cual te ayudará a encontrar un empleo y conservarlo. Además, la escuela desarrolla tu capacidad para analizar mejor el mundo que te rodea, la clase de persona que eres y lo que crees (Proverbios 14:15). Solo con convicciones firmes podrás defender tus creencias, siempre con respeto (1 Pedro 3:15).
Conclusión: Puesto que necesitas recibir una educación, ¿qué sentido tiene que les des vueltas y más vueltas a las cosas que te desagradan de la escuela? Es mejor que te motives pensando en los beneficios antes mencionados. Quizás hasta se te ocurran otros más.
¿Por qué no comienzas desde ahora? Piensa en cuál es tu motivación principal para estudiar.