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El Concorde pliega sus alas

El Concorde pliega sus alas

El Concorde pliega sus alas

DE NUESTRO CORRESPONSAL EN FRANCIA

Tras veintisiete años en circulación, el Concorde, “único avión de pasajeros supersónico del mundo”, se ha jubilado. Aduciendo a los costos cada vez más elevados y a una demanda en declive, en octubre de 2003, British Airways retiró del servicio comercial el último de los siete Concorde que tenía en su flota. Cinco meses antes había dejado de utilizar sus cinco aeronaves Air France, la única compañía a excepción de la británica que operaba este tipo de aviones con alas distintivas en forma de delta.

Acababa así un capítulo de la historia de la aviación que tuvo sus orígenes en 1962, año en que ingenieros británicos y franceses aunaron esfuerzos para construir un avión supersónico de largo recorrido. En 1969 se realizaron los vuelos inaugurales de los prototipos, y en enero de 1976, el transporte comercial supersónico ya era una realidad en vuelos con destino a Bahrein y Río de Janeiro.

Si bien pudiera decirse que el Concorde fue un triunfo tecnológico, comercialmente fue un fracaso. La crisis del petróleo de los años setenta resultó difícil de digerir, puesto que el aparato traga más de 25.600 litros de carburante por hora, lo que supone una cantidad de combustible por pasajero tres veces mayor que la de una aeronave normal. Como limitaciones al aparato se sumaban su autonomía de no más de 4.300 millas y una reducida capacidad de pasajeros de tan solo un centenar. Por todo ello, a las aerolíneas no les resultaba rentable. Otro obstáculo que frenó su expansión fue que desde el principio, Estados Unidos se opuso a su navegación, supuestamente, a causa de los niveles de ruido.

El precio también planteaba un problema, pues los pasajes costaban miles de dólares y solo eran asequibles a un número relativamente pequeño de pasajeros. Con un suntuoso menú en el que figuraban champán, paté de hígado de ave y caviar, el Concorde suponía, en palabras de un ejecutivo, “la mejor experiencia de viaje que uno podía disfrutar. Agasajaba al pasajero con un lujo supremo: el tiempo. No era el colmo de la comodidad, pero proporcionaba una sensación increíble”.

¿Más veloz que el sol?

Durante su vida útil, el Concorde llevó a casi cuatro millones de pasajeros, cifra no tan elevada cuando se tiene en cuenta que la flota mundial de los Boeing 747 transporta esa misma cantidad en unas cuantas semanas. Entonces, ¿por qué era tan especial este avión?

Fíjese en lo siguiente: alcanzaba una velocidad de crucero de 2.150 kilómetros por hora (dos veces la velocidad del sonido) y una altitud de 18.000 metros. Volaba tan rápido que durante la travesía, el aparato de 62 metros se dilataba 24 centímetros a causa del calor producido por la fricción. El trayecto París-Nueva York duraba solo tres horas y cincuenta y cinco minutos, casi la mitad de tiempo que un vuelo convencional. Era tal la velocidad que, por la diferencia horaria, los pasajeros que volaban en dirección oeste, aterrizaban en Nueva York y comprobaban que la hora local era anterior a su hora de salida de París.

Solo un accidente mortal enturbió la carrera del Concorde. El 25 de julio de 2000, una nave de Air France se estrelló al despegar del aeropuerto parisino Charles de Gaulle, causando 113 víctimas mortales, incluidas cuatro personas en tierra. Tras realizarse varias modificaciones de seguridad, un año más tarde se restableció el servicio. Con todo, el factor económico finalmente determinó su cese.

El Concorde, que no conoció rival ni sucesor, pasará su bien merecida jubilación en los museos de aviación del mundo. El presidente de Air France, Jean-Cyril Spinetta, señala: “En realidad, el Concorde nunca plegará sus alas, pues permanecerá en la imaginación de la gente”.

[Ilustraciones de la página 26]

Arriba: sirviendo champán

Centro: comandante de vuelo en la cabina de mando

Izquierda: prototipo del Concorde (Francia, 1968)

[Reconocimiento]

Todas las fotografías, salvo el prototipo: NewsCast; prototipo: AFP/Getty Images