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Cuando pequeños errores se convierten en desastres

Cuando pequeños errores se convierten en desastres

Cuando pequeños errores se convierten en desastres

EL 6 DE JULIO DE 1988, unos trabajadores de la torre de perforación Piper Alpha, ubicada en el mar del Norte, empezaron a reparar una bomba de gas condensado, pero no terminaron la tarea. Debido a un problema de falta de comunicación, los empleados del turno siguiente pusieron en marcha la bomba, y estalló un incendio. Fallecieron 167 personas, atrapadas a una gran altura sobre el mar.

Doce años más tarde, el 25 de julio de 2000, un avión supersónico Concorde aceleraba por la pista del aeropuerto Charles de Gaulle, de París (Francia). Justo cuando ganaba impulso, un fragmento de titanio en la pista reventó una llanta, lo que, a su vez, rompió un tanque de combustible en una de las alas. Los motores del lado izquierdo se apagaron al llenarse de combustible, y se formó una lengua de fuego de 60 metros de longitud. Unos dos minutos más tarde, el avión se estrelló contra un hotel y, como consecuencia, murieron todos los que iban a bordo y otras personas en tierra.

Al reflexionar sobre tales accidentes, James Chiles comenta en su libro Inviting Disaster—Lessons From the Edge of Technology (Invitación al desastre: lecciones de la tecnología de vanguardia): “En este mundo nuevo en el que vivimos, rodeados de máquinas que a veces se desquician, es preciso que reconozcamos el enorme daño que los errores comunes pueden causar”. En una reseña sobre el libro de Chiles, la revista Science señala: “El extraordinario y veloz avance de la ciencia y la tecnología durante los últimos siglos ha sido embriagante. Nos invade la sensación de que contamos con posibilidades casi ilimitadas de comprensión y manipulación del mundo físico. [Pero] no hay razón para concluir que hoy somos menos falibles que antes”.

Con relación a las aplicaciones tecnológicas más peligrosas, Science añade: “Incluso un pequeño margen [de error] es intolerable. En tales casos, debemos exigir perfección”. Ahora bien, ¿indica acaso el historial de la humanidad que la perfección es alcanzable? De ninguna manera. Por eso, no hay duda de que seguirán ocurriendo terribles accidentes de uno u otro tipo.

Sin embargo, no será siempre así. La gente que teme a Dios puede esperar un futuro en el que no se truncará la vida de forma trágica debido a errores o limitaciones humanos. ¿Por qué? Porque Dios, mediante su Reino celestial, eliminará toda causa de muerte, tristeza y dolor (Mateo 6:9, 10; Revelación [Apocalipsis] 21:3, 4).

[Reconocimiento de la página 31]

AP Photo/Toshihiko Sato