Ir al contenido

Ir al índice

Los múltiples problemas de los padres solos

Los múltiples problemas de los padres solos

Los múltiples problemas de los padres solos

“Me invaden muchas emociones. Paso las noches en el cuarto de baño llorando. No es nada fácil.”—JANET, MADRE SOLA DE TRES HIJOS.

SON muchas las situaciones que dan origen a una familia monoparental. Pudiera ser la guerra, una catástrofe natural o una enfermedad.

Algunas parejas con hijos deciden no casarse. Por ejemplo, en Suecia, casi la mitad de los niños nacen fuera del matrimonio. El divorcio también genera familias monoparentales. Los estudios indican que más del cincuenta por ciento de los niños estadounidenses vivirán en un hogar monoparental durante algún período de su infancia.

Tratemos de comprender los problemas

Las madres recién enviudadas tienen una carga singular sobre sus espaldas: tomar las riendas de la casa mientras todavía lloran la muerte de su esposo. Tal vez les tome meses, o hasta años, adaptarse a su nuevo papel en la familia, al tiempo que luchan con los problemas económicos y la responsabilidad de consolar a sus hijos. Asumir estas nuevas responsabilidades puede resultarles muy difícil, de modo que no cuidan a los hijos de forma adecuada en un tiempo en que estos necesitan desesperadamente que se les atienda y conforte.

Las madres solteras suelen ser muy jóvenes y carecer de experiencia. Muchas no han podido terminar sus estudios y, al no tener preparación laboral, es más probable que acaben en la pobreza y ocupando puestos de trabajo mal pagados. Si no cuentan con la ayuda de sus padres u otros familiares, también deberán buscar una guardería adecuada para sus hijos. Las madres solteras tienen que soportar además cargas emocionales, como los sentimientos de vergüenza y de soledad. Algunas tal vez teman que la presencia de un niño les impida encontrar algún día un buen esposo. Por otra parte, conforme los hijos crecen, estos también se ven atormentados por preguntas sobre su origen a las que nadie responde y por la necesidad de ser reconocidos por el padre ausente.

De modo semejante, los que se divorcian se ven sometidos a mucha tensión. Algunos están furiosos por el divorcio. Otros, debido a su baja autoestima y a la profunda sensación de haber sido rechazados, son incapaces de satisfacer las necesidades emocionales de sus hijos. A las madres que se ven obligadas a entrar en el mercado laboral por primera vez puede que les resulte difícil encargarse de la responsabilidad de administrar una casa. Tal vez crean que no tienen ni el tiempo ni las energías para satisfacer las necesidades particulares de sus hijos, quienes, a su vez, han de afrontar cambios drásticos tras el divorcio de sus padres.

Problemas singulares de los padres divorciados

Los progenitores solos reconocen que cada hijo tiene sus propias necesidades y que estas cambian continuamente. Los que son divorciados afrontan problemas singulares para poder ofrecer a sus hijos la guía espiritual que necesitan.

Por ejemplo, algunos padres divorciados que son testigos de Jehová no han recibido la custodia de sus hijos, de modo que procuran que su horario de visita coincida con un día en el que se pueda incluir la asistencia a alguna reunión cristiana. De esta forma, el niño mantiene un contacto regular con la congregación, lo cual es de gran beneficio para los hijos de padres divorciados.

Los padres divorciados que tienen menos contacto regular con sus hijos han de buscar maneras de reafirmarles su amor y cariño. Para tener éxito, deben tener muy presentes las cambiantes necesidades emocionales de sus hijos, en especial cuando llegan a la adolescencia y van interesándose más en las actividades sociales y las amistades.

Un buen padre, o una buena madre, también comprende las limitaciones, la personalidad y la manera de pensar de sus hijos (Génesis 33:13). Mantiene conversaciones íntimas y cariñosas con ellos, y su relación es estrecha y afectuosa. La comunicación es franca y abierta. Los hijos se interesan en el padre o la madre, y viceversa.

Hay que ser razonables

A los hijos de padres divorciados les hace bien relacionarse regularmente con ambos progenitores. Cuando estos tienen creencias religiosas distintas —digamos que uno es testigo de Jehová y el otro no—, la comunicación franca y regular ayuda a evitar conflictos innecesarios. “Llegue a ser conocido de todos los hombres lo razonables que son ustedes”, escribió el apóstol Pablo (Filipenses 4:5). A los niños se les debe enseñar a respetar el derecho que tienen ambos progenitores de practicar su religión.

Puede que el padre no Testigo se empeñe en que su hijo le acompañe a los servicios religiosos de su iglesia. ¿Qué puede hacer la madre testigo de Jehová? Explicar al hijo sus convicciones religiosas. Con el tiempo, este decidirá por sí mismo qué religión seguirá, como hizo Timoteo, quien aprendió los principios bíblicos durante su infancia, probablemente de su madre y su abuela (2 Timoteo 3:14, 15). Si el hecho de acompañar a su padre a los servicios religiosos de su iglesia hace sentir incómodo al niño, tal vez podría repasar el relato del personaje bíblico Naamán, quien después de hacerse adorador de Jehová, en el desempeño de sus funciones siguió acompañando al rey cuando este iba a la casa del dios Rimón para rendirle culto. Dicho relato de seguro tranquilizará al niño, pues verá que aunque esté presente en algunas ceremonias religiosas a las que no está acostumbrado, Jehová lo ama y comprende la situación (2 Reyes 5:17-19).

Un buen padre, o una buena madre, sabe moldear el pensar de sus hijos y entender sus sentimientos (Deuteronomio 6:7). Se comprende que una madre soltera, por ejemplo, tal vez se sienta avergonzada de su vida anterior. Pero debe recordar que los niños tienen dos progenitores y quieren saber de ambos. Además, necesitan sentirse queridos y no considerarse un simple accidente desafortunado. Al hablarles con respeto del padre ausente y ofrecerles datos que alguien de su edad pueda captar, o necesite conocer, la madre tranquilizará a sus hijos y les demostrará que los ama.

Todo progenitor debe reconocer que la relación que tenga con su hijo influirá mucho en las primeras impresiones que este se forme del amor, la autoridad y el poder. Si ejerce su autoridad y poder con amor, el progenitor cristiano ayudará al niño a amar a Jehová y respetar las disposiciones de la congregación (Génesis 18:19).

Es esencial que los hijos colaboren

Los hijos de familias monoparentales también tienen que entender que su colaboración es esencial para el éxito de la familia (Efesios 6:1-3). Su obediencia a la autoridad de su progenitor indica que lo aman y que respetan el esfuerzo adicional que hace para aportar seguridad y felicidad al entorno hogareño. Dado que la comunicación es una vía de dos direcciones, los hijos de familias monoparentales deben estar dispuestos a apoyar los esfuerzos de su padre o de su madre por mantener una buena comunicación en la familia (Proverbios 1:8; 4:1-4).

A menudo, estos niños tienen que asumir responsabilidades antes que aquellos que cuentan con ambos padres en el hogar. Pero si se les enseña con amor y paciencia, tanto niños como niñas adquirirán confianza en sí mismos y un sentido de autoestima al aprender a temprana edad una serie de aptitudes necesarias para defenderse en la vida. Además, se les pueden delegar ciertas tareas para que colaboren en la buena administración del hogar.

Esto no significa que el padre o la madre quiera convertir a sus hijos en pequeños adultos autosuficientes que no necesitan su dirección. No es nada aconsejable dejar a un niño pequeño solo o sin supervisión.

Muchos llegan a la conclusión errónea de que deben tratar a sus hijos como si fueran amigos de su edad. Si bien es necesario que haya una relación estrecha, los progenitores sin cónyuge deben tener presente que lo que el niño necesita es un padre o una madre, y que no es lo suficientemente maduro en sentido emocional como para convertirse en su confidente o ser tratado como su igual. Los hijos necesitan que los padres se comporten como tales.

Para que una familia monoparental tenga éxito, hace falta que tanto el padre o la madre como los hijos colaboren y se traten con cariño. En vista de que cada vez más niños se crían en hogares monoparentales, todos deberíamos ser conscientes de los problemas particulares que afrontan tanto los padres como sus hijos en dichas circunstancias y estar dispuestos a ofrecerles con afecto nuestro estímulo y apoyo.

[Ilustración y recuadro de la página 9]

Efectos en los niños

El padre o la madre de una familia monoparental suele tener menos tiempo para cada uno de sus hijos que en los casos en que ambos progenitores están juntos. A veces, él o ella cohabita con alguien que no es su cónyuge. Pero estas relaciones sentimentales son menos estables que los matrimonios, por lo que es muy posible que los niños crezcan en medio de un grupo cambiante de adultos.

Según ciertos estudios, “los niños de familias monoparentales tienen más probabilidades, como promedio, de llevar una vida menos sana que los niños de familias intactas”. Sin embargo, un análisis más detallado de dichos estudios indica que la falta de ingresos puede ser “el factor individual que más contribuye a las diferencias que se observan entre los niños procedentes de diversas formas de familia”. Esto no significa, por supuesto, que los niños que se crían en familias monoparentales estén condenados al fracaso. Con la debida dirección y educación, podrán superar los efectos negativos de criarse en ese ambiente.