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El oro que movió montañas

El oro que movió montañas

El oro que movió montañas

De nuestro corresponsal en España

“Una catedral de barro de múltiples cresterías se ha esculpido en el gran monte. El oro y Roma tuvieron la culpa. El tiempo y la belleza se lo han disculpado.”—Pedro García Trapiello.

EN EL noroeste de España existe una extraña formación rocosa tallada en arenisca dorada. Una alfombra de verdes castaños crea la ilusión de que los escarpados precipicios y las elevadas torres son obra de las fuerzas de la naturaleza. Solo la aislada boca de una galería deja adivinar un antiguo secreto. Aquí, en el lugar que hoy recibe el nombre de Las Médulas, se encontró en su día la mayor mina de oro del Imperio romano.

El oro siempre ha fascinado al ser humano, que se ha sentido impulsado a hacer todo lo posible por conseguirlo. El libro bíblico de Job indica que, hace milenios, ‘los hombres de la lámpara abrían galerías de la profundidad, estremecían los cimientos de las montañas y abrían canales en las rocas’ en busca de oro, plata y piedras preciosas (Job 28:1-10, La Nueva Biblia Latinoamérica, 1989).

Siglos más tarde, cuando Roma gobernaba el mundo, el oro seguía siendo muy apreciado. El emperador Augusto deseaba una economía estable, y el denario de plata y el áureo (de oro) eran las monedas sólidas que necesitaba para engrasar la máquina del comercio romano. Claro, para acuñar suficientes monedas, hacía falta oro y plata. Por eso, inmediatamente después de las legiones romanas, llegaban los buscadores del valioso metal.

Cuando las legiones por fin conquistaron el noroeste de España, no mucho antes de los comienzos de nuestra era, descubrieron nuevas reservas de oro. Lamentablemente, el metal precioso se hallaba enterrado en montañas formadas por depósitos aluviales que no lo entregaban fácilmente. Harían falta dos siglos y medio de sudor y lágrimas para desenterrar el tesoro escondido.

No obstante, los romanos persistieron en su empeño. La mano de obra era barata, y las técnicas mineras de la época —aunque exigían mucho trabajo— hacían viable semejante empresa. Su plan consistía en extraer el oro demoliendo poco a poco la montaña mediante la fuerza del agua. Para conseguirlo, construyeron más de cincuenta canales, hicieron varios embalses de gran capacidad en lo alto de las montañas y excavaron cientos de kilómetros de túneles.

Después de construir una red de galerías en una parte de la montaña, los ingenieros la inundaban de agua a presión, con cuya fuerza arrastraban toneladas de tierra y piedras que contenían oro. Cuando toda esa grava descendía de la montaña, la hacían pasar por una criba a fin de separar el metal. Entonces repetían todo el proceso construyendo un nuevo sistema de túneles.

¿Mereció la pena el esfuerzo? Pacientemente, los romanos extrajeron de Las Médulas unas 800 toneladas de oro. Para conseguirlo, miles de trabajadores movieron literalmente montañas, pues desplazaron más de 240 millones de metros cúbicos de tierra. Y por cada 10 toneladas excavadas, obtenían 30 gramos de oro.

En la actualidad no queda apenas nada, salvo las galerías y las picudas cicatrices de la desgarrada montaña, pulidas por la erosión y cubiertas por los bosques de castaños. Irónicamente, las dulces castañas que los romanos introdujeron en España han durado más que el oro.

[Ilustración de la página 22]

Moneda de oro (áureo) con la efigie del emperador Augusto

[Ilustración de la página 23]

Las Médulas, donde se encontraba la mayor mina de oro del Imperio romano

[Ilustración de la página 23]

Parte del antiguo sistema de galerías

[Reconocimiento de la página 23]

Todas las monedas: Musée de Normandie, Caen (France)