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Cuando las sustancias químicas le hacen sentir mal

Cuando las sustancias químicas le hacen sentir mal

Cuando las sustancias químicas le hacen sentir mal

MUCHOS aspectos del síndrome de sensibilidades químicas múltiples son desconcertantes. Se comprende, pues, que haya bastante desacuerdo entre la comunidad médica sobre su naturaleza. Algunos facultativos creen que su origen es físico; por otra parte, hay quien aboga por una causa psicológica, y aun otros señalan a factores de ambas fuentes. Algunos doctores han aventurado la opinión de que dicho síndrome pudiera incluso englobar un tipo de enfermedades. *

Muchos pacientes con esta dolencia aseguran que su enfermedad se originó tras una aguda exposición inicial a un químico (como un pesticida), mientras que otros lo atribuyen a un contacto recurrente, o crónico, en dosis bajas de toxicidad. Una vez iniciado el síndrome, los enfermos reaccionan de diversas maneras ante los numerosos compuestos químicos aparentemente no relacionados que antes toleraban, tales como perfumes y productos de limpieza. De ahí que se le denomine síndrome de sensibilidades químicas múltiples. Veamos el caso de Joyce.

Cuando Joyce se infestó de piojos en el colegio, le rociaron la cabeza con un pesticida. Desde entonces, su salud declinó, y manifestó cierta intolerancia a muchas sustancias químicas que antes no le molestaban, entre ellas, productos de limpieza, ambientadores, perfumes, champús y gasolina. “Se me hinchan de tal forma los ojos que no puedo abrirlos, y me da sinusitis —cuenta Joyce—, lo que me provoca dolores de cabeza y náuseas tan grandes que estoy enferma varios días. [...] He pasado tantas neumonías que tengo los pulmones cubiertos de cicatrices como si fuera una persona que hubiera fumado durante cuarenta años, sin haberlo hecho nunca.”

El contacto crónico con un ingrediente tóxico en menor escala —factor que también se ha propuesto como uno de los determinantes de la enfermedad— puede producirse al aire libre o en lugares cerrados. De hecho, en las últimas décadas, el brote de dolencias a consecuencia de la contaminación ambiental de interiores ha acuñado el término síndrome del edificio enfermo.

El síndrome del edificio enfermo

Surgió en la década de los setenta cuando, para ahorrar energía, se sellaron las ventanas, y el aire acondicionado central reemplazó a la ventilación natural de muchos hogares, escuelas y oficinas. En numerosas ocasiones, los materiales aislantes, la madera tratada, los componentes volátiles de los adhesivos, las fibras sintéticas y las alfombras formaban parte de los edificios o de su mobiliario y accesorios.

Sobre todo recién fabricados, muchos de estos productos desprenden pequeñas cantidades de compuestos químicos potencialmente dañinos (el formaldehído, entre otros) en el aire reciclado de los inmuebles. Las alfombras complican la situación, ya que absorben los diferentes productos de limpieza y disolventes y luego, con el paso del tiempo, van liberándolos. “Las emanaciones de los disolventes son los contaminantes más comunes en ambientes cerrados”, afirma el libro Chemical Exposures —Low Levels and High Stakes (Los grandes riesgos de las exposiciones químicas en pequeñas dosis). A su vez, “los pacientes afectados de sensibilidad a los químicos atribuyen muy a menudo sus molestias a los disolventes”, agrega la publicación.

Aunque la mayoría de la gente soporta bien la atmósfera de tales edificios, algunas personas se ven afectadas por varios síntomas que van desde el asma y otros trastornos de las vías respiratorias hasta las cefaleas y el letargo, sintomatología que normalmente desaparece al abandonar el lugar. Sin embargo, en algunos casos, “es posible que los pacientes adquieran sensibilidades químicas múltiples”, informa la revista médica británica The Lancet. Pero ¿por qué hay quien se enferma con los productos químicos y quien no? Esta es una pregunta importante, puesto que algunas personas sanas tal vez encuentren difícil comprender a las que no lo están.

Todos somos diferentes

Es conveniente recordar que todos reaccionamos de maneras distintas ante los múltiples agentes, ya sean sustancias químicas, gérmenes o virus. Entre los factores que moldean la respuesta se encuentran la composición genética, la edad, el sexo, el estado de salud, los medicamentos que se estén tomando, las enfermedades pasadas y las características del estilo de vida, como el consumo de alcohol, tabaco o drogas.

Por ejemplo, en cuanto a los medicamentos, la revista New Scientist señala que es nuestro singular organismo el que establece “si un fármaco es eficaz y qué efectos secundarios podría causar”, algunos de los cuales quizá sean graves, incluso mortales. Por lo general, las enzimas —una clase de proteínas— eliminan los compuestos químicos intrusos, como los contenidos en los medicamentos y los contaminantes que se asimilan a diario. Pero si estas enzimas “limpiadoras” no están en óptimas condiciones (quizá debido a la herencia genética, a daños ocasionados por las toxinas o a una mala alimentación), es posible que los elementos químicos extraños alcancen cotas peligrosas. *

El síndrome que analizamos se ha comparado con una serie de alteraciones enzimáticas radicadas en la sangre llamadas porfirias. A menudo, tanto los afectados por las porfirias como por el síndrome reaccionan de manera similar a una gama de elementos químicos, que va desde los gases de los vehículos hasta los perfumes.

El cerebro también se resiente

Una mujer aquejada de la enfermedad contó a ¡Despertad! que ciertas sustancias químicas comunes le producían un efecto narcótico y dijo: “He experimentado cambios de personalidad: enfado, agitación, irritabilidad, miedo, letargo. [...] Los síntomas pueden durar unas cuantas horas o varios días”. Luego se siente abatida y se sume en diversos estados depresivos.

Los pacientes con el síndrome están familiarizados con este cuadro clínico. La doctora Claudia Miller declara: “Más de una docena de países informan de que se producen efectos psicológicos tras entrar en contacto con determinados compuestos químicos, bien sean insecticidas o los que generan el [síndrome del] edificio enfermo. [...] Somos conscientes de que los trabajadores que manejan disolventes corren mayor riesgo de sufrir crisis de pánico y depresión. [...] De modo que hemos de ser considerados y recordar que posiblemente el órgano más sensible a los químicos es nuestro cerebro”.

Aunque es posible que el contacto con sustancias químicas origine problemas psicológicos, muchos terapeutas creen que lo contrario también es cierto, es decir, que los trastornos psicológicos pueden contribuir a adquirir cierta sensibilidad a los productos químicos. La doctora Miller, mencionada anteriormente, y el doctor Nicholas Ashford —firmes partidarios de atribuirle al MCS causas físicas— reconocen que “los sucesos que afectan al ámbito mental y social de las personas, tales como la muerte del cónyuge o un divorcio, pueden suprimir la función del sistema inmunológico y predisponerlas a una mayor sensibilidad a los químicos en pequeñas dosis. Es patente que existe una relación muy complicada entre lo psicológico y lo fisiológico”. La doctora Sherry Rogers, que comparte la misma opinión sobre los orígenes del síndrome, afirma que “la tensión nerviosa inclina a la persona a una mayor sensibilidad química”.

¿Pueden hacer algo para mejorar su salud o al menos reducir los síntomas aquellos que padecen esta dolencia?

Ayuda para los afectados

Pese a que no se conoce ninguna cura para este síndrome, muchos enfermos han podido reducir los síntomas, y otros han reanudado una vida normal, dentro de lo que cabe. ¿Qué les ha ayudado a hacerlo? Algunos dicen que se han beneficiado de seguir las recomendaciones médicas de eludir, en la medida de lo posible, los agentes desencadenantes. * Judy, una afectada, considera que evitar al máximo el contacto con estas sustancias da buenos resultados. Mientras se recuperaba del virus de Epstein-Barr, sufrió una exposición aguda a un pesticida que se utilizó en su casa, a raíz de lo cual contrajo el síndrome de sensibilidades químicas.

Al igual que muchos afectados, Judy es sensible a un amplio abanico de productos químicos que se usan en los hogares. De modo que hace la limpieza y lava la ropa con jabón puro y bicarbonato sódico. Ha descubierto que el vinagre es un suavizante muy eficaz para las prendas de vestir. En el ropero y el dormitorio solo hay tejidos y fibras naturales. Su marido no guarda en el armario la ropa que se ha limpiado en la tintorería a menos que se haya aireado durante varias semanas en un lugar bien ventilado.

Está claro que en el mundo actual tal vez sea imposible que los afectados de esta enfermedad eludan todo contacto con las sustancias químicas que les hacen sentir mal. La publicación American Family Physician asegura: “El mayor problema que provoca el MCS es con frecuencia el aislamiento y el retraimiento que sufre el paciente al tratar de impedir el contacto con los compuestos químicos”. El artículo recomienda a los pacientes que trabajen y hagan vida social bajo supervisión médica, aumentando paulatinamente su actividad. Mientras tanto, tienen que tratar de dominar los ataques de pánico y las palpitaciones, aplicando técnicas de relajación y de control de la respiración. El objetivo es ayudarlos a que se acostumbren poco a poco a las sustancias químicas más bien que eliminar de su vida todo contacto con ellas.

Otra terapia fundamental es una buena noche de descanso. David, enfermo que prácticamente ya no presenta ningún síntoma, atribuye su recuperación, en cierta medida, a dormir en una habitación muy ventilada. Ernest y su esposa, Lorraine, aquejados del mismo síndrome, también opinan que “dormir bien por la noche contribuye mucho a enfrentarse al contacto inevitable con productos químicos durante el día”.

Huelga decir que la buena alimentación es siempre esencial para mantener o recuperar la salud. A decir verdad, se le reconoce como “el factor aislado de mayor relevancia en la prevención de enfermedades”. Lógicamente, para recuperar la salud, al menos en lo posible, deben funcionar bien todos los órganos del cuerpo. Los suplementos dietéticos tal vez ayuden.

El ejercicio también favorece la buena salud. Además, la transpiración hace que nuestro organismo elimine las toxinas por la piel. Igualmente necesarios son una actitud mental apropiada y un buen sentido del humor, así como amar y ser amado. En realidad, “el amor y la risa” es la receta que da una doctora a sus pacientes con esta enfermedad. En efecto, “un corazón que está gozoso hace bien como sanador” (Proverbios 17:22).

Sin embargo, disfrutar de compañerismo agradable puede resultar casi imposible para los enfermos del síndrome que no toleran los perfumes, los productos de limpieza, los desodorantes y otras sustancias químicas con las que la mayoría de nosotros tratamos a diario. ¿Cómo se las arreglan en tales circunstancias? Asimismo importante, ¿qué pueden hacer los demás para ayudarlos? El siguiente artículo tratará estas cuestiones.

[Notas]

^ párr. 2 ¡Despertad! no es una publicación médica y, por tanto, estos artículos no pretenden promover criterio clínico alguno. Simplemente informan de las últimas investigaciones y de lo que tanto terapeutas como pacientes han encontrado útil a fin de sobrellevar este mal. ¡Despertad! reconoce que no existe consenso generalizado entre los especialistas referente a las causas de este síndrome, su naturaleza o los muchos tratamientos y estrategias que siguen los afectados.

^ párr. 12 Un caso frecuente de defecto enzimático es el de la lactasa. Los que experimentan desarreglos con ella no pueden asimilar la lactosa de la leche y, por tanto, se indisponen cuando la beben. Hay quienes padecen una deficiencia en la enzima que metaboliza la tiramina, sustancia que se encuentra en varios alimentos, entre ellos, el queso, por lo que se arriesgan a sufrir ataques de migraña si los consumen.

^ párr. 20 Toda persona que crea que padece este síndrome debe acudir a un especialista reputado en busca de asesoramiento profesional. No sería prudente hacer cambios drásticos y tal vez costosos en su estilo de vida sin haberse sometido antes a un reconocimiento exhaustivo. Los exámenes quizá revelen que con tan solo pequeñas variaciones en la dieta o en la forma de vivir se reducirán o incluso eliminarán las molestias.

[Ilustración y recuadro de la página 7]

¿Son necesarios tantos productos químicos?

Todos debemos reducir al mínimo el contacto con las sustancias químicas potencialmente tóxicas, lo que incluye aquellas que tenemos en casa. El libro Chemical Exposures dice: “Los contaminantes ambientales de los hogares se encuentran entre los más potentes agentes iniciadores y desencadenantes de las intolerancias químicas. Es en los espacios cerrados donde se producen complejas combinaciones entre pequeñas dosis de cientos de elementos químicos orgánicos volátiles”. *

Por eso, pregúntese si es imprescindible emplear tantos productos químicos como hasta ahora, especialmente los pesticidas y productos con disolventes volátiles. ¿Ha probado a utilizar otras alternativas inocuas? Sin embargo, si no tiene más remedio que usar productos químicos potencialmente peligrosos, nunca los manipule sin tomar todas las debidas precauciones. Además, asegúrese de guardarlos en un lugar seguro, fuera del alcance de los niños y donde sus posibles exhalaciones no causen ningún daño. Recuerde que, incluso estando los productos dentro de recipientes cerrados, pueden despedir vapores.

Si somos conscientes del problema, también nos interesará el efecto de lo que nos ponemos o rociamos sobre la piel. A través de ella penetran en el torrente sanguíneo muchos elementos químicos, como los perfumes. De ahí que se administren ciertos medicamentos mediante parches cutáneos. Por lo tanto, si se derrama sobre la piel un producto tóxico, “lo primero que debe hacerse es lavarla de inmediato con abundante agua hasta que desaparezca el producto”, aconseja el libro Tired or Toxic? (¿Cansado o intoxicado?).

Mucha gente con el MCS no tolera los perfumes, cuyos ingredientes, en un 95%, son compuestos sintéticos derivados del petróleo, como la acetona, el alcanfor, el benzaldehído, el etanol, el gamma-terpineol y muchos más. En Estados Unidos, por ejemplo, la Agencia de Protección del Medio Ambiente ha publicado los peligros de estas sustancias para la salud. Y lo mismo ha sucedido con los componentes químicos utilizados en los ambientadores. El boletín University of California at Berkeley Wellness Letter indica que cuando los científicos medioambientales los analizan, “los califican de contaminantes, más bien que de elementos que mejoran la calidad del aire”. Los ambientadores no eliminan los malos olores; simplemente los disimulan.

El libro Calculated Risks afirma que “uno de los conceptos fundamentales de la toxicología [es que] todas las sustancias químicas son tóxicas en ciertas condiciones de exposición”.

[Nota]

^ párr. 33 Se dieron algunas sugerencias para proteger su hogar de las muchas sustancias potencialmente perjudiciales en el número del 22 de diciembre de 1998 de esta revista.