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Atenas: entre la gloria del ayer y el reto del mañana

Atenas: entre la gloria del ayer y el reto del mañana

Atenas: entre la gloria del ayer y el reto del mañana

De nuestro corresponsal en Grecia

EL AVIÓN da su último giro antes de aterrizar en el Aeropuerto Internacional de Atenas. Tras dos años de ausencia, regreso a la localidad que durante dos décadas llamé mi hogar y que, como aprendí en los libros, es para muchos la cuna de la democracia.

Ya en tierra, vuelvo a constatar que, aparte de la historia, el arte y los monumentos, la célebre y audaz capital griega rebosa por los cuatro costados de una población llena de vitalidad y optimismo. También me percato de que los amigables y sonrientes atenienses ponen todo su empeño en que progrese su ciudad, sobre todo ahora que se remoza para albergar los Juegos Olímpicos del 2004.

El glorioso pasado

Los orígenes de esta población, que recibe su nombre de la diosa griega Atenea, se remontan al siglo XX antes de Cristo. El visitante aún puede recorrer las calles por las que anduvo Sócrates, pasear por la escuela donde enseñó Aristóteles o hacerse un autoanálisis al tiempo que disfruta de una tragedia o comedia en los mismos escenarios donde dirigieron sus obras Sófocles y Aristófanes.

Atenas fue una de las primeras ciudades estado de Grecia, y vivió su máximo esplendor, su edad de oro, en el siglo V antes de nuestra era. Durante aquella etapa fue una democracia que desempeñó un papel de primer orden en las victorias griegas sobre los persas y se convirtió en el centro de las artes y las letras helenas. En aquel entonces se edificaron algunos de sus más célebres monumentos, entre los cuales destaca por su fama el magnífico Partenón.

Aunque los atenienses lograron zafarse del yugo persa, terminaron sucumbiendo ante un viejo enemigo: la vecina Esparta. En los siglos subsiguientes vivieron bajo los sucesivos dominios de los macedonios, los romanos, los emperadores bizantinos de Constantinopla, los duques francos de las cruzadas y los turcos. Para 1829, año en que Grecia obtuvo la independencia, Atenas había quedado reducida a una pequeña ciudad provinciana de pocos miles de habitantes.

Realidades modernas

Desde que Atenas asumió la capitalidad, en 1834, ha crecido a ritmo acelerado. Hoy día abarca unos 450 kilómetros cuadrados de la llanura del Ática, extendiéndose a lo lejos en torno a los montes Parnes, Pentélico e Himeto. La metrópolis acoge a más de 4.500.000 habitantes: casi el cuarenta y cinco por ciento de la población de Grecia. El crecimiento urbano tuvo lugar prácticamente sin orden ni concierto. Se calcula que más de una tercera parte de las viviendas se levantaron de manera ilegal, y en la actualidad hay muy pocos puntos del municipio que no estén cubiertos de cemento.

Los barrios modernos están formados en su mayoría por las típicas “cajas” de hormigón armado. Se diría que la ciudad está tendida al sol, entre antiguas columnas que asoman por aquí y por allá, cubierta del gris hollín de las fábricas y los vehículos.

Como en tantas metrópolis modernas, a solo unos metros sobre el bosque de antenas de televisión surge la niebla tóxica, denominada néfos (nube) por los residentes. Esta bruma se come los monumentos con tanta voracidad que algunos arqueólogos llegaron en su día a pensar en cubrir la Acrópolis con una burbuja de vidrio. A menudo se emiten advertencias de contaminación. Cuando las condiciones del clima atrapan la néfos entre las montañas circundantes, puede resultar mortal para el hombre. Esos días se prohíbe la circulación de automóviles privados en el centro urbano, se reduce el consumo industrial de combustibles, se aconseja a los ancianos que no salgan de sus hogares y se pide a los atenienses que dejen sus vehículos en casa.

Todos los fines de semana acontece el éxodo urbano. En un café converso con Vassilis, buen conocedor de la ciudad. Al tiempo que este degusta un baklava (pastel de miel y nueces) con un café sin azúcar, me dice: “Móntese en el automóvil. En pocas horas llegará a la sierra o al mar”. Este comentario implica que uno bien puede pasar dos horas atrapado en la densa circulación hasta que la ciudad da paso al campo.

Se adecenta la capital

Pero Atenas afirma que va a arreglarse en serio, y ha adoptado medidas que demuestran su resolución. Entre ellas, cerrar al tráfico muchas calles del centro comercial, anteriormente tan congestionadas que los coches las atravesaban a una velocidad media de cinco kilómetros por hora: como en un paseo a pie. Las largas hileras de automóviles han dado paso a las jardineras con árboles, y en vez de los desagradables ruidos de las palancas de cambios y las motocicletas se escuchan los trinos de los pájaros. El cambio se ha dejado sentir hasta en costumbres tan mediterráneas como la siesta, ya que el municipio pide a los trabajadores que no regresen a casa a dormirla, dado que el desplazamiento genera dos horas adicionales de máxima circulación.

En el despacho de Nikos Yatrakos, teniente de alcalde de Atenas, reina un moderado optimismo. Cuando le explico que me ha tomado dos penosas horas llegar a su oficina, hace un ademán compasivo con la cabeza. “Pero no olvide que se aproximan los Juegos Olímpicos del 2004 —se apresura a decir—. Nuestro compromiso es mejorar la ciudad, y vamos a cumplirlo.” Constantine Bakouris, principal organizador de las celebraciones, señala: “Tenemos que realizar bien los Juegos. Pero actuamos con visión de futuro. [...] Debemos estar seguros de hacer obras que perduren”.

La elección de Atenas como sede de los Juegos Olímpicos del año 2004 ha fomentado un auge sin precedentes de trabajo y desarrollo. Por todas partes se abre el terreno para mejorar la infraestructura y construir carreteras y locales para la ocasión. Ya casi está terminada una prolongación de 18 kilómetros del ferrocarril metropolitano. Si se cumplen las previsiones, en marzo del 2001 se posará el primer avión en el nuevo aeropuerto internacional de Atenas, considerado el más moderno de Europa.

Además, para el año 2001 se dispondrá de un total de 72 kilómetros de nuevas autopistas, que desviarán el tráfico del centro de la ciudad y propiciarán el empleo del transporte público. Se espera que así disminuya en unas 250.000 unidades el número de automóviles que circulan a diario por el centro urbano, y también que se reduzca en un 35% la contaminación atmosférica. El nuevo programa de tratamiento biológico de las aguas residuales del área metropolitana promete mejorar las condiciones ambientales de las costas cercanas a la capital. El ambicioso objetivo es lograr que dentro de unos años Atenas sea una ciudad nueva, con un sistema de transporte mejor, más zonas verdes y un medio ambiente más limpio.

Un rincón de la antigua Atenas

Pese a las nuevas torres de oficinas, los paseos y fuentes renovados, las elegantes tiendas y las bulliciosas calles, Atenas siempre será para muchos tan solo un pueblo, más espontáneo que disciplinado, más fragmentado que ordenado. El aire provinciano se respira donde las casas aún tienen cubiertas de teja y balcones de hierro con macetas de geranios.

Para encontrarme con esa Atenas, visito el barrio de Plaka, el más antiguo de la ciudad, que rodea las pendientes norteñas de la Acrópolis. Me encuentro con su laberinto de callejuelas empinadas y tortuosas, casas desvencijadas, vinaterías, gatos y perros vagabundos, tabernas y carritos de vendedores ambulantes. Los turistas acuden atraídos por el aire bullicioso y carnavalesco que aún conserva. Bordean las aceras mesas —a veces cojas— rodeadas de sillas de reducido tamaño. Con los menús abiertos, los camareros aguardan expectantes, a la caza del cliente.

El petardeo de las motocicletas ahoga la música del organillo. En las fachadas de las tiendas de recuerdos se exhiben filas de monederos de cuero recién curtido, dioses griegos convertidos en figuras de mármol dispuestas para el combate ajedrecístico, marionetas que ejecutan bailes típicos y molinos de cerámica en movimiento. Es patente que este rincón de la ciudad se resiste con uñas y dientes a modernizarse.

Atenas de noche: sus lugares y sonidos

En modo alguno estaría completa la visita a Atenas si no degustáramos su riqueza cultural. Esta noche he decidido asistir con mi esposa a una sinfonía en el anfiteatro romano de Herodes, monumento restaurado que se alza en la pendiente sur de la Acrópolis. El camino peatonal que conduce al teatro es un sendero silencioso, con luz tenue, en el que se dibujan las oscuras siluetas de los pinos. Gracias a la iluminación, la fachada de piedras ocres surge espectacular entre los árboles. Ascendemos por las escaleras de mármol y entramos por un portal romano al anfiteatro, donde ocuparemos nuestras localidades en las gradas superiores.

Pausamos un minuto para saborear el momento: el cielo parece de terciopelo negro, adornado con una luna casi llena que se asoma entre los cirros, y los focos convierten el interior del empinado semicono en un brillante escenario. Centenares de espectadores, que se vuelven pequeños y lejanos en la inmensidad de un teatro cuyo aforo es de 5.000 personas, recorren las filas concéntricas de blanco mármol en busca de sus asientos, que aún guardan el calor del sol en sus piedras, las mismas piedras donde han resonado por miles de años el drama, la música, la risa y las ovaciones.

El visitante tampoco debe perderse los numerosos museos de la capital. Entre los más importantes figuran el Museo Arqueológico Nacional, con su impresionante y exhaustivo recorrido por el arte griego en el transcurso de los siglos. Vale la pena visitar el Museo del Arte Cicládico y el Museo Bizantino. Además, en 1991 se inauguró la Sala de Conciertos Mégaron de Atenas, espléndido edificio de mármol con una acústica excepcional, que ofrece a lo largo de todo el año funciones de ópera, ballet y música clásica. Por supuesto, también puede disfrutarse de la música popular en muchas tabernas tradicionales.

¡Bienvenido!

La Atenas de ilustre pasado afronta el reto del mañana. Pero su gente ha aprendido a adaptarse lo mejor que puede, con buen humor, ingenio y filótimo (amor propio). Para la mayoría de los turistas, sigue siendo una ciudad fascinante y de gran riqueza cultural.

[Mapa de la página 13]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Atenas

[Ilustración de la página 14]

El Partenón, antiguo templo pagano convertido más tarde en iglesia y mezquita

[Ilustración de la página 15]

Atenas alberga más de 4.500.000 habitantes

[Ilustración de la página 16]

Taberna de Plaka, el barrio más antiguo de la ciudad

[Reconocimiento]

M. Burgess/H. Armstrong Roberts

[Ilustración de la página 17]

Los balcones engalanan algunas tiendas de recuerdos

[Reconocimiento]

H. Sutton/H. Armstrong Roberts