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Mitos comunes

Mitos comunes

Mito: Los que abusan de menores por lo general son extraños, perturbados mentales e inadaptados que secuestran a los niños y recurren a la fuerza para abusar de ellos.

En la inmensa mayoría de los casos, del 85 al 90% según algunos cálculos, el agresor es una persona a quien el niño conoce y en quien confía. En lugar de utilizar la fuerza, manipula al niño poco a poco para inducirlo a participar en actos sexuales, aprovechándose de su poca experiencia y su limitada capacidad para razonar. (Compárese con 1 Corintios 13:11 y Proverbios 22:15.) Los que abusan de menores no son los típicos solitarios que padecen trastornos mentales. Muchos son personas bastante religiosas, respetadas y apreciadas en la comunidad. Según el Buró Federal de Investigación norteamericano, “suponer que alguien no es un pederasta simplemente porque es agradable, va a la iglesia, trabaja mucho, trata bien a los animales, etcétera, es absurdo”. Las investigaciones recientes indican que también es erróneo suponer que todos los que cometen abusos deshonestos son hombres o que todas las víctimas son niñas.

Mito: Los niños se imaginan los abusos o mienten sobre ellos.

En circunstancias normales, los niños no tienen la suficiente experiencia en cuestiones sexuales como para inventar quejas explícitas de que han sido víctimas de abuso, aunque algunos niños pequeños pueden confundirse al dar detalles. Hasta los investigadores más escépticos concuerdan en que la mayoría de las denuncias de abusos deshonestos son válidas. El libro Sex Abuse Hysteria—Salem Witch Trials Revisited (Histeria por el abuso sexual: reexamen de los juicios de las brujas de Salem), que se centra en las denuncias falsas de abuso, * admite lo siguiente: “El verdadero abuso sexual de menores está bastante extendido y la inmensa mayoría de las alegaciones de abuso sexual de menores [...] probablemente estén justificadas (quizás el 95% o más)”. A los niños les resulta muy difícil denunciar los abusos sufridos. Cuando en realidad mienten con relación a estos, lo más común es que nieguen que ocurrieron, aunque sí hayan ocurrido.

Mito: Los niños son seductores, y muchas veces son ellos mismos los que inducen a los abusos por su conducta.

Esta es una idea particularmente tergiversada, pues, en realidad, echa la culpa de los abusos a la víctima. Los niños no poseen un concepto claro de la sexualidad. No tienen ninguna idea de lo que implican dichos actos o de qué cambios producirán en ellos. Por consiguiente, son incapaces de consentir en ello a sabiendas. Es el agresor, y solo él, el culpable del abuso. (Compárese con Lucas 11:11, 12.)

Mito: Cuando los niños revelan lo que les ha sucedido, los padres deben enseñarles a no hablar de ello y a olvidarlo.

¿Quién se beneficia si el niño guarda silencio? ¿Acaso no es el agresor? En efecto, los estudios han mostrado que negar los hechos y reprimir las emociones pudiera ser la peor manera de enfrentarse al trauma del abuso. Cierto grupo de adultos que habían sido víctimas de abuso en su niñez fue objeto de un estudio en Inglaterra; estas personas procuraron superar su trauma de nueve maneras distintas, con el resultado de que aquellos que negaron los hechos, no hablaron del tema o reprimieron sus emociones fueron los que sufrieron mayor inadaptación emocional y angustia en su vida adulta. Si usted fuera objeto de una agresión aterradora, ¿le gustaría que le dijeran que no hablara de ello? ¿Por qué decirle eso a un niño? Cuando se permite que el niño reaccione de manera normal a una experiencia tan terrible —manifestando pesar, ira o tristeza—, se le está dando la oportunidad de conseguir que con el tiempo no sea para él más que un suceso pasado.

^ párr. 5 Se ha dado el caso de que en algunas demandas de divorcio los adultos litigantes han utilizado como arma una acusación de abuso deshonesto de menores.